sábado, 16 de diciembre de 2023

El hastío de lo vulgar

 


El sueño de la gente mayor es que le toque la lotería, la de los niños menores de siete años, que los Magos de Oriente les pongan muchos regalos en la ventana, junto a los limpios zapatos puestos la noche anterior con ilusión. Cuando la imaginación vuela en punta como una golondrina, todo parece más bello. Los Reyes Magos ya no ponen carbón a los niños traviesos y vivarachos. Los combustibles fósiles ya no se usan ni en estufas ni en braseros. Los prohibió un comité de sabios reunidos para tomar decisiones importantes y los Estados tomaron buena nota.  Los pobres tienen que acatar lo que los Estados manden aunque sufran sabañones en los pies, la nariz y las orejas con dolor, picor, ardor e hinchazón. Pero ello no impide que los niños sigan poniendo sus zapatos limpios junto a la ventana sellada del cuarto de estar con burletes para que el  rasca no penetre en las habitaciones. No importa que la ventana esté cerrada. Los Magos son capaces de atravesar cristales como la luz del sol, que para eso son magos, depositar los regalos solicitados por carta y marchar con la música a otra parte. Cuenta Cela en “Las compañías convenientes”  a propósito de la noche que antecede a la Epifanía que “siete años de belleza son, realmente, demasiados pocos años para toda una vida”. La Pascua de Navidad, por lo que tiene de tradicional no puede reducirse a poner sobre la mesa el pavo, el turrón, el cava, la botella de anís "Las Cadenas", de finísimo paladar, zambombas con ronquido de moribundo, serpentinas de colores, bigotes postizos, risotadas histéricas y buenos deseos. Los sueños de los niños se incluyen en el lote de la batahola y la jarana para que la velada saturnal y licenciosa no decline en el hastío de lo vulgar. Un niño de ningún modo merece ser escarmentado por sus diabluras. Lo del relente friolero de la noche pueril más esperada solo es un daño colateral. No, Carbonilla, el paje vigilante de los niños, ya no ejerce de soplón ni acompaña a los Reyes en los páramos desiertos y trochas interminables; y los éstos, los Reyes, ya no custodian capachos ni orones con sacos de negro combustible a lomos de unos sufridos dromedarios de cartón-piedra, saltarines y voladores, ya que ignoran el gustillo atroz de la venganza.

 

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