martes, 12 de diciembre de 2023

Larga noche

 



Sobre la inmensa obra literaria de Ramón Pérez de Ayala me vienen a la memoria los 4 tomos de las “Obras completas”, con prólogo de José García Mercadal (Aguilar, Madrid, 1964-69); la edición en 5 volúmenes de Javier Serrano Alonso (Fundación José Antonio de Castro, Madrid, 1998-2003); otra edición de Andrés Amorós, (Madrid, Castalia, 1980) sobre epistolarios; y alguna cosa más que no recuerdo. Ya digo, la obra de Pérez de Ayala es inmensa. Tanto su archivo como su biblioteca (sobre 4.500 tomos) fueron adquiridos en 1991 por el Gobierno del Principado de Asturias. Hoy deseo hacer hincapié en un humilde libro (apenas 149 páginas) donde figura una breve obra teatral, “La revolución sentimental”; y  tres relatos de su primera época: “La Araña”, “Pandorga” y “Justicia”. Se trata de una edición de la prestigiosa Editorial Losada, impresa en Argentina (Américalee, Buenos Aires, 1959). La Editorial Losada estuvo considerada como la biblioteca por excelencia de los exiliados españoles y fue una tribuna del pensamiento republicano español, donde se editó toda la obra literaria de la Generación del 27. Sobre el libro al que hago referencia, me llama la atención el “Entremés” que aparece  dentro del apartado “Pandorga”, dedicado a Gregorio Marañón, donde la trama acontece en una noche de agosto en Pandorga, una aldea de no sé dónde y de calles desiertas. Agoniza el tío Fulgencio. “Van llegando a su casa las viejas y algún viejo. Atraviesan un tenducho, donde huele a sardina arenque y tocino rancio. (…) En el fondo del aposento hay dos catres. Uno, vacío y revuelto. En el otro yace un hombre formidable; vientre colosal; oprimida la garganta por un dogal de car inflada, Tensa, rubicunda, que ahogándole y congestionándole el rostro, le proyecta hacia afuera los ojos, que luego de haber vuelto el globo de los ojos a mirar por dentro el cogote, además le fuerza a desollar como fragua. Las orejas son enormes, delgadas y de color morado. (…) El tío Fulgencio, alias Botijas, frisa los setenta años…”. Amanece, y el tío Fulgencio decide seguir viviendo. No le ha llegado su hora. Y las viejas y algún viejo regresan a sus hogares tras la larga y calurosa velada con la decepción bordada en sus graves semblantes.

 

No hay comentarios: