La concursante de un programa
basura de una cadena privada, de nombre Argi, ha tenido que tomar las maletas y
marcharse del programa “Gran Hermano” por
haber dicho “yo fui a la manifestación de que volviera ETA”. Y esa cadena privada
tardó dos días en expulsarla del programa, justo cuando se vio presionada por
una importante firma que amenazaba con quitar la publicidad de inmediato si no
la ponían de patitas en la calle. Ya con el programa “La Noria”, en noviembre de
2011, desapareció casi toda la publicidad (Vitaldent, Wilkinson, Panrico Donuts
o El Corte Inglés) por una desafortunada entrevista a la madre de “El Cuco”, el
menor condenado por encubrimiento en el caso de Marta del Castillo, previo pago
de 10.000 euros. Pues bien, la expulsión de Argi, pese a que posteriormente
ella pidiera perdón por sus desatinadas manifestaciones, ha sido una medida
coherente en un Estado de Derecho. El artista granadino Omar Jerez recorría
anteayer el Casco Viejo de San Sebastián en un “performance” siniestro bautizado
con el nombre de “Omar Jerez en el País de
las Maravillas”, donde quiso rendir su particular homenaje a
las víctimas del terrorismo etarra, pintado con manchas rojas, vestido con ropa
quemada y portando en brazos un cadáver simulado. En su extenso recorrido por
las calles de San Sebastián, Jerez pasó por delante de “Unión
Artesana”, donde en 1994 recibió un tiro
en la nuca José
Manuel Olarte; de “Gaztelupe”, donde un año antes fue asesinado
el hostelero y futbolista José Antonio Santamaría;
y por el “bar La Cepa”,
en el que en 1995 Gregorio Ordóñez perdió la vida de forma salvaje. Son dos
posturas distintas: la de Argi, que declaró ante las cámaras haber ido a la
manifestación por la vuelta de los terroristas, y la de Omar Jerez, que con su
particular performance consiguió avergonzar a una sociedad vasca que, por
razones que yo no voy a comprender de ninguna de las maneras, durante demasiado
tiempo ha oído, ha visto y ha silenciado demasiados atropellos de personas
inocentes. Algunos vascos, por fortuna los menos, hasta los “justificaron”
desde determinados púlpitos y desde la izquierda abertzale. Omar Jerez, y eso
es lo que importa, ha demostrado ser un valiente sin esperar medalla alguna. Un
ciudadano que merece todo mi reconocimiento y del que, como español, me siento
orgulloso.
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