La UE quiere terminar con el uso de las aceiteras y
las botellas rellenables en los bares y restaurantes. Europa está dispuesta a
acabar con eso tan español de “pásame el
convoy, colega”. Se trata de evitar en la medida de lo posible que exista
fraude en el consumo de aceite de oliva y, para ello, se pretende imponer el
uso del aceite en pequeñas almohadillas monodosis a fin de que el cliente
siempre tenga la certeza de qué aceite echa a la ensalada, como ya sucede en
determinados establecimientos de “fast food” con el ketchup, la mostaza y la mayonesa. La
idea es interesante si ello redunda en la salud. Lo que sucede es que el
cliente nunca sabrá qué tipo de aceite es utilizado en las cocinas de los
restaurantes, de la misma manera que no hay modo de que se sepa qué aceite se
maneja en las churrerías. A mi entender, la verdadera preocupación de la UE debería centrarse en los
aceites de palma y de coco, fuente de grasas saturadas, tan utilizados en
bollería industrial. En suma, lo importante es que en el envase se especifique
qué aceite se ofrece al consumidor, bien sea de oliva, girasol, cacahuete,
maíz, colza, sésamo o soja. El aceite de colza, por desgracia, pese
a ser muy consumido en los países del norte de Europa, no tiene aceptación en
España desde los graves problemas que hubo durante los años 80 con una partida
adulterada que se vendió en el puerta a puerta mediante garrafas. La
determinación de la UE
de eliminar el uso de las aceiteras debería extenderse a otros productos que no
voy a señalar aquí para evitar suspicacias, pero estoy pensando en determinados
vermúes, anises y orujos gallegos de fabricación casera que, pese a su expresa
prohibición, se siguen expendiendo en algunos guariches de baja estofa.
Bienvenidas sean, digo, todas aquellas directivas comunitarias que redunden en
beneficio del ciudadano. Más aún en el caso de España, país turístico por
excelencia. Estoy harto de ver en los hipermercados latas de sardinas o de calamares
en su tinta en “aceite vegetal”, así, sin especificar. Y no se asombren si les
cuento que muchas de ellas son procedentes de afamadas firmas comerciales. Con
las cosas de comer no caben las medias tintas.
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