El amigo Roberto Pérez,
periodista y bilbilitano de nación, cuenta en el diario ABC que una entidad
bancaria, Caja Inmaculada, “enseña por 150 euros cómo evitar que otros nos minen
la moral”. Curioso y pintoresco a la vez, cuando resulta que tales consejos
llegan de la mano de una entidad de ahorro “manejada” desde dentro por
políticos autonómicos, sindicatos y el Arzobispado de Zaragoza. No hay que
olvidar que CAI, que forma parte de Grupo Cajatrés desde su fusión fría con
Caja Círculo de Burgos y Caja Badajoz, aunque este primer trimestre haya
obtenido en su conjunto 22 millones de beneficio, cerró el ejercicio 2012 con
unas pérdidas de 1.039 millones de euros, tras realizar dotaciones por 1.622
millones, en su mayor parte para riesgos inmobiliarios, es decir, que se pilló
los dedos a la hora de conceder hipotecas sin asumir el riesgo necesario; que
en la actualidad ofrece bajas incentivadas a
455 empleados de menos de 55 años y cerrar 187 oficinas; y que el Grupo
parece que será absorbido por Ibercaja una vez que esté debidamente saneado.
Las cajas de ahorro, y Caja Inmaculada también, puesto que se creó el 21 de
marzo de 1905 por Acción Social Católica de Zaragoza con el nombre de Caja de
Ahorros y Préstamos de la Inmaculada Concepción, a partir de 1977 todas
ellas se metieron en un jardín cuyo funcionamiento desconocían. Se eliminaron
las restricciones legales a su actividad de “toda la vida” y se dedicaron a
hacer aquello que hasta entonces correspondía a la banca privada y que ellos
desconocían por completo. Pero al estar reguladas jurídicamente por las Comunidades
Autónomas dejaron de ser entes de carácter social para servir a los políticos
de turno. Y de aquellos polvos vinieron estos lodos. Cajas que necesitaron
rescate de la UE a
través del FROB poniendo como avalistas del disloque a todos los españoles.
Para ello se modificó la
Constitución “de
tapadillo”, con Rodríguez Zapatero en el poder, aprovechando la época de verano
y sin la intervención de las urnas. Se daba prioridad a pagar la deuda
contraída con Alemania por cajas y bancos aunque no hubiera dinero para Sanidad
o Educación. Bankia es un ejemplo claro
de lo que no se debió hacer. Pero bueno, a lo que iba. En ese cursillo curioso
y pintoresco que ahora ofrece la
CAI a cambio de 150 euros se enseña a saber tratar a “los
autoritarios, sabelotodo o quejitas”. Para mí que los sabelotodo fueron los
directores de agencias (presionados por las oficinas centrales) para colocar
las “preferentes” a clientes de escaso conocimiento, y eso del cursillo no sé si
ayudarán mucho a curar el desánimo de los que se quejan con razón. No cabe duda
de que hay recetas que llegan tarde. Ésta que ofrece la CAI ahora es una de ellas. Las
cajas de ahorro, en general, además de habernos minado la moral con hipotecas
abusivas, con la aplicación de suelos a la hora de poder bajar los intereses,
con desahucios inmisericordes y con alarmante falta de crédito a pymes y
particulares, nos han limpiado los bolsillos de forma descarada. Y,
ahora, inexplicablemente, quienes nos engañaron sin haber pisado la cárcel se
permiten el lujo de dar lecciones y encima cobrarlas.
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