Casi todas las semanas, alguna
falla, alguien se empeña en distribuir el boletín parroquial en determinados
buzones y resulta que yo soy uno de esos “agraciados” en recibirlo. Es como la
propaganda habitual del súper donde se anuncian interesantes ofertas en la
pescadilla y en las pastillas del lavavajillas, o del fontanero que ofrece la
máxima seriedad en trabajos con o sin factura,
sólo que el boletín parroquial al que hago referencia es más selectivo
en su buzoneo. Y yo hasta lo leo por enterarme en su apartado de “movimiento parroquial” quiénes fallecen
sobre los que se tiene noticia, cuándo se les hace el funeral, los bautismos,
las bodas, etcétera. Lo cierto es que no conozco a ninguno de los nombrados,
pero me entretiene su lectura. Pues bien, resulta que bajo el título “Aquellas
viejas banderas”, un coadjutor que firma con las iniciales J.A.G.G., expone en
la primera página que “nuestro querido párroco ha tenido la feliz idea de
rescatar las viejas banderas de los jóvenes y adultos que integraban en otro
tiempo las filas de la Acción Católica.
El pasado Miércoles Santo pude verlas, limpias, hermosas y evocadoras,
colocadas en la nave derecha de la iglesia”. Y tras una catarata de elogios,
termina dando las gracias al actual párroco “por devolvernos los estandartes
que guiaron y alimentaron nuestros ideales y sueños en aquellos benditos años”,
haciendo referencia al periodo comprendido entre 1949 y 1955, que fue la etapa
en la que ese coadjutor sirvió en esa parroquia. Queda claro que el coadjutor
J.A.G.G. siente nostalgia de un tiempo pasado, que para él fue mejor. Bueno,
vale. El caso es que hoy al leer “El País”, que no es un boletín parroquial
sino un periódico serio, solvente y responsable pese a lo que diga Aznar, me he topado de frente, como cuando un
mercancías se empotra contra el expreso de Badajoz, con un artículo firmado por
José María Izquierdo (“Abajo no está arriba, ni arriba está abajo”) donde su
autor comenta, entre otras cosas de indudable interés, “cómo explicar con
detalle el impúdico apoyo de la jerarquía católica a la mugrienta cruzada de
Francisco Franco, aquel glorioso general que tras fusilar a miles de españoles
entraba en las catedrales bajo palio y al que los cardenales rendían pleitesía
medieval. ¡Claro que es conveniente que nuestros infantes estudien tan piadosas
gestas!”, refiriéndose a la asignatura de Religión que Wert se ha empeñado en
hacerla evaluable en los exámenes. Y me he acordado de las viejas banderas de
Acción Católica que el ecónomo de mi parroquia ha rescatado del olvido y las ha
dejado “limpias, hermosas y evocadoras” en la nave derecha de la iglesia. Pues
nada, que Wert tome buena nota y disponga colocar en la fachada de los
institutos de Enseñanza Secundaria esa bandera, la de Acción Católica, para que
ondee al viento junto a la de España, la de Europa y la de la Comunidad Autónoma
correspondiente, ahora que se intentan recristianar las costumbres de los
laicos, como en el sexenio revolucionario, e instaurar el reino de Cristo una
vez comprobado que el reinado de Juan Carlos no pasa por sus mejores momentos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario