En España, al menos, a los nuevos
ministros, además de exigírseles la jura o promesa del cargo ante el Rey y el
presidente del Gobierno, no estaría de más que se les demandase un documento
acreditativo de haber recibido con anterioridad el sacramento de la Confirmación de manos
del obispo de una diócesis. Aún siendo conscientes de que el
artículo 16.3 de la
Constitución
Española establece el principio de la aconfesionalidad del
Estado, puesto que tales servidores públicos van a aprobar cada viernes en los
correspondientes Consejos de Ministros
medidas de importante calado que afectan al ciudadano, bueno sería que
éstos, los ministros, estuvieran imbuidos por los siete dones
del Espíritu Santo, que se logran merced a ese sacramento: sabiduría,
entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. De esos
siete dones, doy por hecho que los dos
últimos, piedad y temor de Dios, son una constante en el espíritu del partido
gobernante, es decir, del Partido Popular, como quedó demostrado con el vestido
negro y la peineta de María Dolores de Cospedal durante la última procesión del
Corpus en Toledo, donde recibieron tanto ella
como Rajoy el cerrado aplauso de “un baño de multitudes” a su llegada a
la céntrica Plaza de Zocodover para presenciar
la procesión; o con el agradecimiento de la ministra Báñez en el Año
Jubilar rociero, al comentar a la prensa el pasado año, refiriéndose a la Blanca Paloma, que “nos ha
hecho un regalo en nuestra salida de la crisis y en la búsqueda del bienestar
todos los días de los ciudadanos”. Por tanto, los dos últimos dones se dan por
bien recibidos del Espíritu Santo. Pero los otros cinco dones, sabiduría,
entendimiento, consejo, fortaleza y ciencia, son harina de otro costal. Las
explicaciones de Cospedal sobre Bárcenas, cuando declaró a los medios que éste
se había beneficiado de una indemnización “en diferido”, es decir, que “recibió una indemnización fracturada, en
diferido, hasta diciembre de 2012, y que también se acordó por las partes los
pagos a la Seguridad
Social y las retenciones de IRPF”, o sea, una “simulación” de
“retribución”, parece ser que el Espíritu Santo estaba en otras cosas y el
resultado de la explicación no pudo ser más peregrino. Rajoy se explica menos y
ahora pretende hacer un “pacto” con el resto de las fuerzas políticas para
activar políticas de cambio, siempre que esas fuerzas políticas acuerden por
escrito lo que él desea pactar, sin ningún tipo de concesiones. Pero, claro,
tal iniciativa no tiene nada que ver con
un pacto de Estado, sino con la
pretensión de involucrar de forma perversa y mediante el apoyo incondicional del resto de los partidos
el resultado a su evidente política errática.
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