jueves, 4 de julio de 2019

A propósito de una frase ocurrente



La ocurrente frase “ir por atún y ver al duque” es vieja y ya aparece citada  La ilustre fregona”, de Cervantes. Hace alusión a las almadrabas  de Zahara de los Atunes y al duque de Medina Sidonia, dueño de esas pesquerías gaditanas.  Ir hasta allí, por largas y tortuosas trochas para comprar atún era, la mayoría de las veces, una excusa para encontrarse con el todopoderoso aristócrata, que solía asistir personalmente a las duras y espectaculares tareas de ese tipo de capturas; por si se lograba entablar conversación con él, cosa no muy difícil por la habitual campechanía de quien ostentaba ese título, que no era otro que  Alonso Pérez de Guzmán el Bueno y Sotomayor, el mismo tipo que mandó la Armada Invencible con desastrosas consecuencias. Al tiempo de poder adquirir atún se podía aprovechar el largo viaje para obtener algún beneficio del duque. Vamos, que el pescado sólo era la excusa para medrar ante tan poderoso caballero. Es evidente que el atún de aleta azul, el más grande de todos los túnidos,  ni se necesitaba ni llegaría en buenas condiciones a la mesa del comprador que había atravesado España en carromato para llegar hasta esas almadrabas. Todo ello, sin tener en cuenta las intoxicaciones por metilmercurio. No hay que olvidad que la conservación inadecuada y la falta de higiene en ciertos pescados como el atún, la caballa o las sardinas favorecen el crecimiento de bacterias, que convierten el aminoácido histidina, que contienen de forma natural, en histamina, una sustancia relacionada con las reacciones alérgicas e inflamatorias del organismo. Quizás por esa razón, los trueques que se hacían desde el siglo XV entre el cáñamo bilbilitano para hacer amarras de barcos y los congrios de Mugía, de la coruñesa Costa da Morte, estaban exentos de peligro,  ya que esos peces anguiliformes llegaban a Calatayud desecados y eviscerados por las dificultades de transporte. El proceso de secado del congrio siempre fue laborioso y complicado. El pescado, una vez limpio y estirado, se coloca en las 'cabrias', que son estructuras de troncos de madera con disposición horizontal y vertical. Y así permanece durante 15 días. De hecho, en Calatayud existen dos sabrosas recetas: “congrio a la bilbilitana”, que se prepara con garbanzos, y “congrio con patatas”. Todo lo dicho viene a cuento con una noticia que hoy aparece en la prensa aragonesa: “Cinco intoxicados por comer atún rojo a la plancha en un restaurante de un pueblo de Teruel”. No se dice dónde, con lo que la noticia aparecida en la prensa me parece poco seria. Tan poco seria, a mi entender, como aquellas noticias que aparecían en el ABC (en el verdadero, que diría Anson)  sin la correspondiente verificación, donde se comenzaba con la coletilla “de fuentes generalmente bien informadas hemos tenido noticia de que…”. Y se quedaban tan panchos. Con la intoxicación turolense por histamina no hubiese estado de más citar el pueblo y el nombre de la casa de comidas donde se ha producido ese brote tóxico. No hay nada comparable a la obra de misericordia de enseñar al que no sabe. Es una manera de que los necios que compramos a diario la prensa y que hacemos la caridad de leer a tanto sansirolé con ínfulas de redactor, ante situaciones indeseables podamos salir bien librados.

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