martes, 16 de julio de 2019

Yagüe, carnicero de Badajoz



El zaragozano Joaquín Bardavío, en su libro “El reino de Franco: Biografía de un  hombre y su época  (Ediciones B, Barcelona, 2015),  al hacer referencia a la tremenda matanza de Badajoz ordenada por Yagüe,  cuenta que días antes hubo otra matanza menor en número de muertos por parte de los republicanos. Yagüe fue responsable sin duda alguna de la gran masacre posterior, pero también lo fueron los mandos sublevados de la Guardia Civil y algunos notables caciques que habían sobrevivido a las persecuciones y que azuzaban para que se produjese una venganza de sus muertos, como así fue. A los pacenses varones se les obligó a quitarse la camisa y enseñar los hombros. Escribe Bardavío: “Uno de los sistemas para saber si alguien había disparado un arma larga, era mirar el hombro correspondiente al apoyo de la culata. Una repetición de disparos, por el retroceso, deja una huella rojiza o amoratada, razón suficiente para el fusilamiento. La represión fue salvaje y aderezada por algunos periodistas republicanos y extranjeros con escabrosas fantasías, como la de un ametrallamiento en la plaza de toros con Yagüe y sus oficiales en el palco acompañados de clero y señoritas en las barreras con mantones de Manila desplegados”. También Bardavío hace referencia en su libro a la entrevista que el periodista norteamericano John T. Whitaker, del New York Herald Tribune,  hizo a Yagüe, quien le señaló: “Por supuesto que los matamos ¿Qué esperaba usted? ¿Qué iba a llevar 4.000 prisioneros rojos conmigo, teniendo mi columna que avanzar contrarreloj? ¿O iba a soltarlos en la retaguardia y dejar que Badajoz fuera roja otra vez?”.  La columna de Yagüe se dirigía hacia Talavera de la Reina en su trocha hacia Madrid.  Los ejecutados por los rebeldes pasaron de 2.500 ciudadanos. Y sólo había pasado un mes desde el inicio de la guerra. Al término de la contienda, ese militar africanista responsable de crímenes de lesa humanidad fue nombrado ministro del Aire y más tarde destinado al mando de la VI Región Militar, con sede en Burgos. Destituido por Franco el 27 de junio de 1940 fue confinado a su pueblo natal, San Leonardo (Soria). El pretexto ridículo para adoptar tal medida fue un comentario de Yagüe al embajador de Estados Unidos, al que le manifestó que “Reino Unido estaba derrotado y que lo tenía merecido”. En 1942 fue rehabilitado y nombrado comandante militar y gobernador civil de Melilla. Un año más tarde, en 1943, se le asignó la Capitanía General de la VI Región Militar, al tiempo que se le encarga la Jefatura del Cuerpo de Ejército de Navarra. Llegó a tener algunas discrepancias con el franquismo imperante y hasta se carteó con Juan de Borbón, apostando por una restauración monárquica en ese hijo de Alfonso XIII y la sustitución de Franco por un Consejo Real presidido por  Muñoz Grandes. Murió en Burgos en 1952 y, al año siguiente, le fue concedido el Marquesado de San Leonardo de Yagüe a título póstumo.

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