lunes, 1 de julio de 2019

Reglamentos



Ya lo dijo Ortega: “El hombre es él y sus circunstancias”. En este sentido y con una cierta gracia somarda, Ignacio Ruiz-Quintano hoy, en las páginas de ABC, indica: “La mejor explicación de la circunstancia la dio el cabo de la guardia civil del pueblo de Camba cuando, jugando al tute con el cura y otros parroquianos, como saliera en la conversación la discusión sobre el puñal de Guzmán el Bueno, dijo: “¿Y qué iba a hacer, el hombre? A lo mejor no le dejaba otra salida el reglamento”. Y Gabriel Albiac, en ese mismo diario, señala que  “la política, es una rama menor de la mercadotecnia: arte de tenderos digitales”, al entender que “la representación se ha invertido. No son los ciudadanos los  representados en el Estado. Es el Estado quien impone sus representaciones en la mente de cada uno de sus súbditos”, utilizando en su beneficio las listas cerradas y la disciplina de los partidos y la televisión, ese medio que entra en todos los domicilios como por ósmosis para hacer labor de zapa. La gente habla de oídas, sabe cómo arreglar el país en cuatro días y se lamenta de que no le dejen aplicar sus métodos, esos que expone a los contertulios que le escuchan entre cerveza y cerveza, acicalados con taparrabos, colorados por el sol mediterráneo y haciendo tiempo para gozar del último chapuzón de la mañana en una playa abarrotada de tipos de todas las calañas. Es una lástima que las proposiciones del veraneante que sabe cómo arreglar las cosas no prosperen y sean de difícil aplicación en la praxis. Sus grandes ideas podrían enderezar el rumbo en cuatro días si no lo impidiesen los reglamentos, que todo lo devoran.

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