domingo, 21 de julio de 2019

Libros perdidos y recuperados




Existen dos libros perdidos y felizmente recuperados. Uno de ellos es “El libro de los gorriones”, de Gustavo Adolfo Bécquer; el otro, “Diarios, 1932-1933”,  de Manuel Azaña. En ambos manuscritos se aprovecharon libros rayados de utilidad para sociedades mercantiles. El libro de Bécquer se conserva en la Biblioteca Nacional desde 1896, año en el que la viuda de Ramón Rodríguez Correa, amigo del poeta, lo puso a la venta por 25 pesetas. Se trata de un libro de actas de 600 páginas que al poeta le habían regalado en 1868; donde, como bien señalaba Luis Alberto de Cuenca (ABC, 29/09/17),  su autor pretendía reunir una colección de proyectos, argumentos, ideas y planes de cosas diferentes que se concluirán o no según sople el viento”. Está fechado el 17 de junio de 1868. Comienza con una “Introducción sinfónica” y un fragmento titulado “La mujer de piedra”; y, a partir de la página 529 y hasta la 600, de setenta y nueve rimas. “El libro de los gorriones” original se lo había prestado Bécquer a Luis González Brabo pocos días antes de que ese político tuviera que exiliarse tras la Revolución de 1868. En consecuencia, Bécquer se vio obligado a reconstruirlo durante los quince meses que duró una de sus últimas estancias en Toledo. Los  tres  cuadernos de los “Diarios, 1932-1933”, de Azaña, “eran (como señala Santos Juliá en el prólogo del tomo editado por Crítica en 1997) cuadernos comerciales de los llamados diarios, de cuatrocientas páginas foliadas, con divisorias y casilleros para los arqueos”. (…) “Los cuadernos tienen la cubierta negra, imitando a piel, conteras y lomo amarillo claro y, sobre la etiqueta que decían “Diario”, Azaña había pegado un papel blanco con dos fechas, la del comienzo y fin de los hechos que en ellos se narraban. Esos “Cuadernos” le fueron robados en Ginebra a Cipriano Rivas Cherif en 1937 por Antonio Espinosa San Martín y entregados a Franco.  Aquellos documentos llegaron a manos de un periodista, Joaquín Arrarás, publicando fragmentos fuera de contexto en ABC de Sevilla para crear desavenencias. Durante los años 60 se perdió la pista de esos Diarios, hasta que Ricardo de la Cierva se enteró de que se hallaban en el Servicio Histórico Militar. No consiguió consultarlos. Los funcionarios le dijeron que estaban en poder de Franco. Finalmente, en 1996, Carmen Franco Polo se los entregó a Esperanza Aguirre, siendo ministra de Educación y Cultura. La hija de Franco los había encontrado, dijo que “por casualidad”, llenos de polvo en la biblioteca de su padre. En la actualidad, esos Diarios se encuentran custodiados en el Archivo Histórico Nacional.

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