viernes, 19 de julio de 2019

Pobreza cronificada



Los artículos de Juan José Millás deberían leerse en las escuelas para que los chavales, desde su más tierna infancia, supieran qué les espera cuando sean adultos, cuando ya nadie les ría las chiquilladas, cuando asuman que han cronificado su pobreza y que no hay forma de salir de ese agujero negro que todo lo fagocita. Recuerda hoy en El País Juan José Millás: “Dice el Banco de España que los jóvenes ganan menos que los de hace una década. En otras palabras: la miseria se ha institucionalizado. No se muere uno de pobre, se muere siendo pobre, lo que supone una conquista sin parangón desde el punto de vista de la armonía social”. (…) “No corremos el peligro de que las fuerzas revolucionarias arrastren a las masas porque las masas se hallan en las fábricas y en las oficinas, cobrando salarios de hambre, aceptándolos, asumiéndolos, doblegándose por fin a la idea de que esto es lo que hay”. Triste. Todo muy triste. Porque antes la pobreza se asumía de la misma manera que se asumía una enfermedad de larga duración; es decir, con resignación. Como bien prosigue Millás: “Descabezados los movimientos sindicales, ensimismados los partidos políticos de izquierda, globalizado al fin el pensamiento ultracapitalista, no hay barrera que impida el avance ordenado de la penuria. Solo conviene medir la temperatura social de vez en cuando, por si fuera preciso introducir alguna medida correctora”. Ahora la pobreza ya no se asume, se oculta. El pobre va de farol cuando entra en el bar, cuando un hijo hace la primera comunión y desparrama las vanidades, o cuando se cambia de coche de segunda mano. Hay que vivir de tejas para afuera con el lucimiento de los toreros de postín, mirando al tendido y quedando bonito. Lo malo llega cuando la cuerna florida del desecho de tienta, es decir, el agobio del préstamo de Cofidís,  abre un ojal en el triángulo de Scarpa parecido al que produce el disparo de un trabuco a cañón tocante. Entonces uno se da cuenta de que las cosas son como son y hay que tomarlas como vienen.

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