Por Salustiano
Gutiérrez Baena he conocido la figura del recovero en los tiempos en los
que el dinero no era el único instrumento de cambio existente. “Mucha gente -señala
Gutiérrez- vivía en el campo y solo venían esporádicamente al pueblo a comprar.
La gente que vivía en el campo no necesitaba acudir al pueblo para comprar lo
necesario, había una figura que hacía de intermediario entre los productos del
pueblo y del campo, era el recovero. De
igual modo, María
de los Santos Delgado Pérez, en la revista alcalaína ‘Apuntes históricos’ hace referencia a
los recoveros:”Por caminos,
veredas o trochas se buscaban el sustento nuestros recoveros, con sus canastos
y alforjas llenos de azúcar, arroz, café tabaco y chocolate. Llegaban
a cada casa o cortijo y allí empezaba el ritual: de entrada, el saludo con los
vecinos, la comunicación de noticias que ocurrían en el pueblo, los comentarios
del tiempo, de los animales, de la siembra y de los quesos que estaban saliendo
aventados y por último, el ofrecimiento de sus productos que en la mayoría de
los casos eran comprados en forma casi de trueque, es decir, el recovero volvía
al pueblo con sus canastos llenos pero de huevos, pollos, pavos, quesos… La
vida avanzaba y del canasto y la alforja pasaron a los mulos o como ellos
decían, pasaron a las bestias, que con las angarillas cargadas en los lomos se
disponían cada día a ejercer su trabajo entre chaparros, quejigos, jaras,
laurel, acebuches y lentiscos”. Esos recoveros harían más tarde sus viajes en “isocarro”,
que al ser vehículos de tres ruedas podían manejarse con el carné de moto. Todo
ello viene a cuento con un reportaje interesante leído hoy en La Vanguardia
y que no me ha dejado indiferente. Hace referencia al pueblo vallisoletano de
Urueña, en lo alto de una loma y cercado por murallas, donde hay una docena de
librerías para una población de 189 habitantes. En su término también hay cinco
museos, uno de ellos dedicado a las campanas y otro, a instrumentos musicales. Son de destacar el Centro Miguel Delibes,
que es todo un museo del libro, el Centro
Etnográfico Joaquín Díaz y el Espacio DiLab dedicado a exposiciones
temporales. Casi todas las librerías venden libros de segunda mano
especializados en temas infantiles y de cinematografía a precios económicos. Es
una manera de que los forasteros visiten uno de los pueblos más bellos de
España. Sergi Ramis, autor del
reportaje, cuenta que “los retales relacionados con la cultura se
encuentran en cada rincón. El paseante puede tropezar con una vitrina de
emergencia que emula a las de incendios pero que contiene, sin embargo, un
cuaderno y una pluma y el lema ‘rómpase
en caso de ingenio’. O las propias placas de las calles, de la que aprende
que la vía Catahuevos está dedicada
al lugar donde los recoveros solían catar los huevos que estaban frescos
poniéndoselos en el hueco del ojo y mirando a la luz del sol”. Un lugar
medieval para perderse en los Montes Torozos, en plena Tierra de Campos,
ilustrarse y catar su estupenda gastronomía aprovechando las vacaciones. Está situado en el kilómetro 211 de la A6 que conduce a
Galicia.
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