Por no dejarme nada en el tintero, vuelvo al
artículo de AntonioBurgos al que hacía referencia en mi
últimotrabajo, “Adelante con los faroles”, donde el articulista de ABC señalaba en referencia al acto civil
en memoria de los muertos por el coronavirus. Dice: “Aquí invitaba el
presidente del Gobierno en una casa que además no era la suya. Vamos, como el
que te convida a comer en Casa Ciriaco”.
Pues bien, estar en invitado en la madrileña Casa Ciriaco es algo muy serio. Está situado en los bajos de la
calle Mayor número 84, pero antes lo estuvo en el número 88 de esa misma calle.
Es un establecimiento con historia, de los que a mí me gustan. Desde la cuarta
planta lanzó Mateo Morral el ramo de
flores con bomba incluida el día de la boda de Alfonso XIII, el 31 de mayo de 1906 al regreso de la iglesia de los
Jerónimos. Una escultura en el exterior recuerda el atentado. En la actualidad,
al frente de los fogones se encuentra Cristina
Alonso. Ese mismo lugar fue inicialmente un almacén de vinos desde 1887, regentado por Antonio Fernández. Se traspasó en 1923 a Pedro Muñoz Sanz que, junto a su hermano Ciriaco, había trabajado como empleado de Antonio Fernández desde
1917. En 1929 decidieron ambos hermanos convertirlo en restaurante con el
nombre de Casa Ciriaco. Por allí
pasaron grandes escritores, artistas y toreros: Julio Camba (que tenía allí su tertulia), Antonio Mingote, Ignacio Zuloaga
(que se sentó allí por última vez), Sebastián
Miranda, Juan Belmonte, Domingo Ortega, Manuel Martín Ferrand… En “Madrid
oculto”, Marco y Peter Besas(“Casa Ciriaco y el atentado a Alfonso XIII”, Ediciones La librería,
Madrid, pp. 229-230) hacen referencia a ese local. La cocina es excelente,
sobre todo la gallina en pepitoria, perdices escabechadas, callos y, los
martes, cocido madrileño en tres volcados, como mandan los cánones de mesa y
mantel. En su fachada existe un escudo en recuerdo de Max Estrella, el
protagonista de “Luces de bohemia” en la novela de Valle Inclán. Fue publicada
por entregas entre el 31 de julio y el 23 de octubre de 1920 en el semanario España. Se retrata la vida de un Madrid,
(como señala Miguel Ayanz (La Razón, 02-01-09) “nocturno,
alcohólico y empobrecido”, inspirado en la vida y muerte de Alejandro Sawa y en los alrededores del
pasadizo de san Ginés, con su famosa chocolatería en funcionamiento desde 1894,
y sus espejos deformes.
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