El presidente de Aragón, Lambán, después de haber acompañado al rey por Jaca y el Valle de Ordesa
ha declarado que “el mejor antídoto a los problemas de la Casa Real es Felipe VI”; y ha añadido que la Casa
Real sale ganando enteros con la visita a Aragón y a otras Comunidades Autónomas”.
A mi entender, el mejor antídoto para la Corona es que su padre, Juan Carlos de Borbón, devuelva y
entregue al Fisco las presuntas comisiones recibidas, pida perdón a todos los
españoles, tome el primer vuelo y se autoexilie para siempre fuera de España.
Parece necesario, a mi entender, tomar esa postura ante las “informaciones inquietantes que
perturban a todos”, en palabras de Sánchez,
y revisar la inviolabilidad del rey en la Constitución. Nadie puede estar por
encima de la Ley, ni siquiera el jefe del Estado. La gira prevista de Felipe VI
por las 17 Comunidades Autónomas no creo
que resuelva el problema de fondo. Mañana toca ir a La Rioja. ¿Irá el rey a las
dos Ciudades Autónomas? Doy por hecho que no. No se debe “molestar” al vecino
incómodo. Ya veremos cómo termina lo que ahora empieza. Cuentan los nigromantes
que la sombra de Alfonso XIII planea
el horizonte durante las giras de su bisnieto en forma de nube tormentosa que
produce lobreguez, como la sombra de la
higuera. Hace ahora 90 años del Pacto de San Sebastián, producto de una
enorme ola de antimonarquismo. También al nieto de Isabel II le vitoreaban los santanderinos durante aquel último
verano regio en La Magdalena. Si alguien lo pone en duda, le invito a que lea a
Fermín Sánchez González, más conocido como Pepe Montaña: “La Familia Real no faltó a ninguna de las corridas
de Márquez, Marcial, Barrera, Villalta, Bienvenida, Cagancho, Gitanillo, Bejarano, Fortuna y Félix Rodríguez. Por aquellos días, todos preparaban el
recibimiento que se hizo a don Alfonso XIII el día que entró en nuestro puerto,
al retorno de un viaje que había hecho a Inglaterra. Venía como un pasajero más
del vapor trasatlántico Arlanza. La
víspera de su arribada entraron en la
bahía, en esa niña bonita que cada día se adorna con un traje distinto, los
buques de guerra españoles Blas de Lezo,
Miguel de Cervantes, Almirante Cervera, Príncipe Alfonso, Méndez
Núñez… La estampa no podía ser más bella y atrayente”. Ocho meses más tarde, el rey partía al exilio
ante la indiferencia de todos.
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