miércoles, 15 de julio de 2020

Ansuero Alfarrás Flordeté, caballero mutilado



A Ansuero Arfarrás Flordeté, caballero mutilado pensionado y agente de Consumos cesante por jubilación, le detonó un artefacto bélico cerca del oído en la Sierra de Pándols y ya no supo más de la vida hasta que despertó dos meses más tarde en el hospital de sangre que ocupaba un colegio de agustinos en el camino de las Torres, en Zaragoza. Perdió un ojo, el bazo, un testículo y tres dedos de la mano izquierda. Pero Ansuero Alfarrás Flordeté afirmaba a los conocidos de barra del café Antiguos Espumosos que con un solo mamey se podía estar, follar a destajo y caminar derecho sin necesidad de utilizar balancines; y que, incluso, se podía vivir sin ningún argamandijo, aunque el cuerpo adoptaría la forma de capón y se atiplaría la voz. No traía cuenta. Ansuero Alfarrás Flordeté cantaba fandangos de Huelva al estilo de Antonio Rengel cuando alguien se los pedía más de una vez, que algo sí se hacía de rogar, o cuando se lo requerían los adentros: “Ha comprao una escopeta/ en Paymogo un minero/ no entiende de cacería/ será pa guardar el huerto/ de melones y sandías”. El caballero mutilado Ansuero Alfarrás Flordeté meaba en arco, su nariz siempre estaba roja como la amatista y acostumbraba en las fiestas del barrio a lanzar al aire bombas de palenque. No se le daba mal la pirotecnia. Cuando el que tenía delante le resultaba antipático o provocador, le sonreía con desprecio al tiempo que levantaba los dedos que le quedaban, que sólo eran dos, en forma de astas de toro, o de macho cabrío, que nunca se sabía. Le encandilaba beber vino de pasto en porrón a caño libre y hacía pasar el cariñena por la comisura lateral de los labios semicerrados cuando notaba secaño en el garganchón. Ansuero Alfarrás Flordeté una mañana hizo la siesta del desayuno, otros le llaman la siesta del carnero, en postura de muerto en accidente y ya no despertó.

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