Muy bueno el chiste de Álvaro en El Correo de Zamora.
Un campo, no sé si entre el leño lusitano, y una roulotte aparcada. De dentro sale una voz: “¡…Jo…Manolo, tres meses confinados en casa y ahora nos metemos aquí…!
Para mí que vamos de Guatemala a Guatepeor. Parece que no pasa nada pero sí
están pasando cosas, o pasarán. Llegarán los nuevos impuestos anunciados por Sánchez y todos seremos más pobres. Ya
se vislumbra el nubarrón de la gran tormenta y no nos quedan ganas ni de cantar
el “Resistiré” en los balcones. De la
bulla hemos pasado al acoquinamiento. Está el país como para andar exigiendo la
“tasa turística” a los pocos europeos
que llegan a nuestros aeropuertos. Está
el país como para andarse con coñas. La mascarillas nos ha vuelto a todos más
silentes y meditabundos. Sólo en las terrazas se percibe ese bullicio
extemporáneo y cervecero donde las risotadas de los descerebrados, que dan por
hecho de que “lo malo ya pasó”, son como arias huecas y melancólicas de impúber
que coquetea en el crepúsculo con la parca. Felipe VI y su consorte hacen turismo con ropa de Zara: ora Sevilla, ora Córdoba, ora
Cuenca, ora Benidorm, ora…, mientras la prensa comenta el testimonio de la
examiga del Emérito, Corinna Larsen, ante un fiscal suizo y
relacionado con los 65 millones recibidos
“por gratitud”; que chocan de frente contra otras declaraciones, las de los
temporeros de Lérida: “No nos da miedo morir de la covid-19, nos asusta la
miseria”. (…) “No se pueden mantener las distancias de seguridad cuando en la calle se vive amontonado”. Este julio no pinta bien. El calor del
escándalo del exjefe del Estado se troca insoportable. Lo conocían todos los
anteriores presidentes del Gobierno, los
políticos, los periodistas cobardes que aparecen en todas las tertulias, los
directores de los periódicos de postín y, digámoslo todo, también la Zarzuela. La
mejor analítica clínica para conocer la situación española es la que señala
Marruecos en cada momento, nuestro incómodo vecino. Pasó con la “Marcha Verde”, cuando agonizaba Franco, y pasa ahora, cuando la
economía hace aguas. Del Sahara nos marchamos con las orejas gachas y de Ceuta
y Melilla no sabemos todavía cómo. Las guerras ya no se hacen en las trincheras
sino en los despachos. La base de Rota es un generador de riqueza para España y
Mohamed VI lo sabe. Y aprovechando
el mal momento español, se ofrece para
facilitar a los norteamericanos la llave de su enclave naval de Alcazarseguir a
menos de un año para que termine el acuerdo España-USA de 1988. ¿La
contrapartida a ese aleatorio acuerdo? Posiblemente que Ceuta, Melilla y los
islotes adyacentes pasen a dominio marroquí. ¿De qué forma podría evitarlo España?
A mi entender, de ninguna manera si están los intereses americanos de por
medio, como lo estuvieron en Cuba a finales del siglo XIX. La explosión del
acorazado Maine en La Habana sólo fue
una excusa. Las derrotas en Cuba y Filipinas forzaron a España a firmar un
humillante tratado de paz en París, quedando sumido el país en una crisis
política, económica y social que marcaron el devenir histórico durante todo el
siglo XX.
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