Señala Jesús
Cacho en Vozpópuli que “todo
despide hoy un insoportable aroma a fin de fiesta. El espectáculo de los
rebrotes de la covid-19 y su caótico
manejo está poniendo de nuevo en evidencia la disfuncionalidad del Estado
autonómico, castigado además por la incompetencia de sus dirigentes y el
infantilismo de su población. Con un Gobierno incapaz de tomar medidas, cuyo
presidente se ve obligado a poner en libertad a los presos del 'procés' cuando no se ha cumplido
siquiera un año de la sentencia, mientras implora en Bruselas las ayudas que
necesita para poder seguir en el machito. Sensación de que los detritus que
arrastra la tormenta perfecta que vive España van a desembocar en la gran presa
de la crisis económica que se avecina. Está por ver que aguanten los muros de
contención”. Este es un verano atípico, donde la prensa no necesita inventarse “culebrones”
para llenar sus páginas. El rey emérito Juan
Carlos está en entredicho, también la familia Pujol, el calor aprieta, las terrazas se llenan como si
estuviésemos en Badem-Baden (lo que era Madrid antaño en verano, en frase por
unos atribuida a Francisco Silvela;
y por otros, al marqués de la Valdavia,
al referirse a los “rodríguez”), aquella
ciudad balneario de alemana, remanso de paz y también de aburrimiento que puso
de moda Eugenia de Montijo a
mediados del siglo XIX, cuando el Madrid
de entonces no llegaba al medio millón de habitantes y resultaba toda una
aventura ir a pasar el domingo al Arroyo del Abroñigal. Y como en los
folletines serializados por entregas: “continuará”.
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