viernes, 17 de julio de 2020

España quebrada





España está partida ideológicamente en dos mitades casi iguales desde el siglo XIX, y ya se sabe..., antes, con Canovas o con Sagasta; ahora, con el PSOE o con el PP; que, como dicen los de Calatayud, “para el caso, de Tauste”. Los partidos políticos minoritarios ya ni siquiera sirven para hacer ”bisagra”. Pero como ayudan a la gobernanza de uno de esos dos partidos, se les ofrece un ministerio de lo que sea, y si no existe, se inventa, como ha hecho Sánchez con Podemos, o al igual que hizo el PP con Convergència i Unió. Sólo es necesario poner la zanahoria atada de un palo delante del pollino. Porque el que ayuda siempre exige algo a cambio. Y a los nacionalistas parece que les hubiese hecho la boca un fraile. Como en la canción de Pepe Pinto: “¿Quieres un collar? De brillantes”. Lo importante es conocer qué bando tiene en su dominio la carabina para poder liquidar con aseo y plomillos de copa al tordo, al mirlo y al gorrión aunque sólo sea para tomar las debidas cautelas. El que manda, manda, aunque mande mal. Disponer del BOE equivale a tener la sartén por el mango y el mango también. Pero, ánimo. Si los ciudadanos somos capaces de componer versos de pie quebrado, alejandrinos monorrimos, serventesios, o sonetos con estrambote, podremos soñar con recibir la flor natural en algún ridículo saloncito de casino de provincias. No importa que el saloncito, rosa o azul, sea cursi; que, como decía D’Ors, lo cursi abriga. También nos quedará el democrático derecho al pataleo, aunque se me antoje medida insuficiente. Y es que hay gente que cuando entra en el paroxismo del fracaso, o en el éxtasis del triunfo, ignora la tremenda fuerza que tienen los desengaños en el gallinero del alma. La Constitución del 78 sirvió principalmente para afianzar la segunda restauración de la Corona. Mucha gente dejó de ser franquista para convertirse en juancarlista de la noche a la mañana, como en una transustanciación de la hostia, a mayor gloria de El Campechano. Y visto lo visto, todo ello, ¡para qué? Hay cosas que no las entiende nadie.

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