martes, 28 de julio de 2020

Se cayó la barandilla...



A las cantaoras de coplas de la primera mitad del siglo XX les exigía el público de cafetín, o de patio de butacas, lo que valoraba en el escenario, o sea,  que entonasen  con pasión y que supiesen dramatizar con la mímica adecuada las letras de sus canciones; verbigracia: cuando cantaban “Torre de arena” o el “Romance de la reina Mercedes”. De ello sabían mucho, tanto  el jerezano  Antonio Quintero (que componía sainetes)  como Rafael de León (poeta) y Manuel Quiroga (músico), aquel trío de andaluces irrepetible a la hora de componer la letra y la música de cada tonadilla. Llegaron a registrar más de 5.000 canciones. El sevillano Rafael de León (Marqués del Valle de la Reina, marqués de Moscoso, y conde de Gómara) nació en la misma calle que Antonio Machado, la calle Dueñas, estudió con García Lorca y estuvo en la cárcel con León Felipe. Murió en Madrid el 9 de diciembre de 1982 en el más absoluto olvido. Manuel López-Quiroga, que tal era su verdadero nombre, también era sevillano de nación. Comenzó tocando el órgano en los jesuitas de la calle Jesús del Gran Poder, muy cerca de la Alameda de Hércules, cuna del toreo. Murió en Madrid el 13 de diciembre de 1988. Además del piano, manejaba con maestría el violín. Quién no recuerda a Pastora Imperio, Estrellita Castro, Concha Piquer, Marifé de Triana, Juanita Reina, La Niña de Antequera… A Estrellita Castro la pude ver en cierta ocasión por una calle de Sevilla, no recuerdo ahora si en la calle Manuel Laraña o en la calle Imagen. Era una mujer menuda, de aspecto dulce, y conservaba su acostumbrado caracolillo sobre la frente. La saludé con respeto. Me dijo que yo carecía de acento andaluz. Le contesté que era aragonés. Al poco,  apareció un hombre, tras haber dejado aparcado un coche en la calle Rioja y saludado al “gorrilla” con un apretón de manos. Supuse que sería su representante, Demetrio Corbi. Ambos penetraron en el Hotel Biarritz  y yo proseguí mi camino hacia Puente de Triana bajo un sol de membrillo, mientras la Torre del Oro, a mi izquierda, entre un revoloteo de vencejos acharolados y limpios se asomaba al Arenal con la curiosidad de una atildada jovencita que no tiene novio. Me acordé del trianero José Núñez Meléndez, Pepe el de la Matrona, que comenzó a cantar a los 12 en una taberna de Burguillos: “Puente de Triana/ se cayó la barandilla/ y el coche que la llevaba”.

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