La llegada del virus que se ha llevado tanta gente
por delante ha servido paraque los
pucelanos dejaran de creer ver en el río Pisuerga un tremendo cocodrilo de
enorme tamaño, no sabemos si de procedencia marina o del Nilo, si de un gavial,
un aligátor o un caimán, todos ellos solitarios, territoriales, de continuo
priapismo (en el caso de los machos, claro) y de poderosa mordida. Tampoco
conozco a nadie que haya visto de cerca a ese reptil en ese afluente del Duero.
Más tarde, los expertos dijeron que
posiblemente se tratase de una nutria. Yo lo que creo es que había que
completar el performance de alguna manera. Ya tenían el barco de palas, como
los del Misisipi, “La leyenda del
Pisuerga”, y viajes guiados a bordo desde el Paseo de las Moreras hasta el Arroyo
de la Encomienda, con servicio de cateringy el sonido de esa música sureña de blues y Bill Halley and his Comete, como si navegasen hasta St. Louis, en Misuri, o la hermosa Baton
Rouge, la segunda ciudad más poblada de Luisiana, por detrás de Nueva Orleans.A los vallisoletanos les faltaba un caimán en
el Pisuerga para que la fiesta no decayese. Pero como en Valladolid no hay
caimanes, de la misma manera que no hay una copia de la trompeta de Louis Armstrong, se inventaron un
cocodrilo degrandes hechuras y dientes
afilados como dagas. Las batidas que se dieron por el río no dieron resultado y
el supuesto cocodrilo nunca apareció ni por sus aguas, ni por Campo Grande, ni
por la Tierra de Campos, ni por los Páramos del Esgueva. Todo quedó en la otra leyenda del Pisuerga para impresionar a
pucelanos de mente volandera y empobrecido rijo; que, como buenos castellanos,
nunca sonríen.
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