jueves, 23 de julio de 2020

La otra leyenda del Pisuerga



La llegada del virus que se ha llevado tanta gente por delante ha servido para  que los pucelanos dejaran de creer ver en el río Pisuerga un tremendo cocodrilo de enorme tamaño, no sabemos si de procedencia marina o del Nilo, si de un gavial, un aligátor o un caimán, todos ellos solitarios, territoriales, de continuo priapismo (en el caso de los machos, claro) y de poderosa mordida. Tampoco conozco a nadie que haya visto de cerca a ese reptil en ese afluente del Duero. Más tarde,  los expertos dijeron que posiblemente se tratase de una nutria. Yo lo que creo es que había que completar el performance de alguna manera. Ya tenían el barco de palas, como los del Misisipi, “La leyenda del Pisuerga”, y viajes guiados a bordo desde el Paseo de las Moreras hasta el Arroyo de la Encomienda, con servicio de catering  y el sonido de esa música sureña de blues y Bill Halley and his Comete, como si navegasen hasta  St. Louis, en Misuri, o la hermosa Baton Rouge, la segunda ciudad más poblada de Luisiana, por detrás de Nueva Orleans.  A los vallisoletanos les faltaba un caimán en el Pisuerga para que la fiesta no decayese. Pero como en Valladolid no hay caimanes, de la misma manera que no hay una copia de la trompeta de Louis Armstrong, se inventaron un cocodrilo de  grandes hechuras y dientes afilados como dagas. Las batidas que se dieron por el río no dieron resultado y el supuesto cocodrilo nunca apareció ni por sus aguas, ni por Campo Grande, ni por la Tierra de Campos, ni por los Páramos del Esgueva. Todo quedó en la otra leyenda del Pisuerga para impresionar a pucelanos de mente volandera y empobrecido rijo; que, como buenos castellanos, nunca sonríen.

No hay comentarios: