lunes, 20 de julio de 2020

Adelante con los faroles



Como en el fandango: Vela, / el barco de mis amores, / no tiene más que una vela,/ remendadita y graciosa, / igual que mi María Manuela, / que es morena y muy garbosa”. Antonio Burgos, en ABC de Sevilla, escribía ayer sobre el funeral de Estado por las víctimas del covid. Se preguntaba: “Si el acto era en el Patio de la Armería del Palacio Real, ¿por qué no invitaba el Rey?”. Y se respondía: “No. Aquí invitaba el presidente del Gobierno en una casa que además no era la suya. Vamos, como el que te convida a comer en Casa Ciriaco”. Y se volvía a preguntar perplejo si ese funeral de Estado, con solemnísima misa de Réquiem incluída, no se había celebrado días antes en la catedral de la Almudena. Pues no, mire usted. Aquel acto, que tampoco estuvo presidido por Felipe VI  sino por el presidente de la Conferencia Episcopal Juan José Omella, y no fue de ninguna de las maneras un acto oficial pese a que estuviesen presentes el jefe del Estado, su consorte y sus hijas. En todo acto oficial en un Estado de Derecho, y España es un Estado de Derecho donde su Constitución (artículo 16.3)  señala que es aconfesional, parece normal que sea más correcto colocar un pebetero con una llama que un crucifijo durante el homenaje a los muertos por una pandemia,  un terremoto, un acto terrorista o un choque de trenes. Pero Burgos, erre que erre, se sigue haciendo preguntas, quizás esperando unas posibles respuestas de sus lectores que le satisfagan: “Si de tal se trataba [la ceremonia civil], ¿por qué no se celebró mejor en el Templo de Nebod, que hubiera quedado mucho más apropiado, más druida, en el solar de las que fueron ruinas del Cuartel de la Montaña?”. Pero a Burgos le molestan más cosas, como que se recitaran en el acto civil unos versos de Octavio Paz,  que se utilizasen unas “impresentables sillas de plástico en tan histórico lugar, dispuestas en un círculo, con perdón (sic), como del corro de la patata”, y que la bandera de España estuviese “como una más”, sin destacar entre las autonómicas. Todavía no se ha enterado este columnista que las Autonomías y sus respectivas banderas conforman el Estado, además de la rojigualda (reinstaurada tras la guerra civil por los golpistas) y la bandera de la UE, a la que España cedió soberanía. En fin, se dice que cuando el diablo no sabe qué hacer, con el rabo mata moscas. Uno es libre de perder el tiempo en cuestiones fútiles, más aún si escribe artículos de opinión y cobra por ellos. Pues nada, Burgos, adelante con los faroles.

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