El médico Carlos Magis Rodríguez, refiriéndose al
coronavirus, señala en El País que “aquí
van a aparecer charlatanes que ofrecen curas mágicas”. Yo añadiría más: no
tardando mucho, y de no descubrir pronto la Ciencia una vacuna eficaz, la Iglesia
Católica, que siempre tiene un remiendo para cada descosido, puede que hasta haga abogado de la Covid-19 a cualquier santo con pocas
pretensiones. Pero esos doctores de la Iglesia que siempre saben responder
deberán tener mucho cuidado en su cometido, no vaya a resultar que deleguen en
algún deán catedralicio, a falta de mejor cosa que hacer, y éste eche mano, es
un suponer, del libro de “Los Santos de Maimona
durante la II República”, del veterinario Antonio Penco Martín y editado por la Diputación Provincial de
Badajoz, donde en su interior se intercalan fotos de la época, procedentes del
libro “Estampas para el recuerdo”, de
Lucio Poves. Los Santos de Maimona
no es ninguna relación de mártires de una época convulsa de la reciente
Historia de España, sino el topónimo de un pueblo de Badajoz del partido
judicial de Zafra y en la línea férrea Mérida-Sevilla, de algo más de 8.000 habitantes
y con un alcalde del PP desde 2015 de nombre Manuel Lavado. Los Santos de Maimona perteneció hasta 1873 al Priorato
de San Marcos, de León, y eso puede crear dudas y despistar bastante a los funcionarios del
Cielo. En resumidas cuentas, lo que se trata es de proclamar patrono de esta “nueva
peste” a uno de esos santos de toda la vida y que gozan de gran prestigio entre
la variopinta feligresía. Es decir, un santo de “amplio espectro” al que se
pueda procesionar por las calles de los pueblos sin levantar recelos;
verbigracia, san Blas, san Antonio de Padua, o san Roque, con prestigio demostrado.
Porque encomendarse a san Deriderato de
Besançón, o a san Abudemio de Ténedo,
que no disponen de oración específica relacionada, sólo podría contribuir a que
aumentasen las abultadas cifras de la pandemia. Y eso no
conduciría a nada bueno.
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