A Nadia
Calviño le ha sucedido algo parecido a lo que le ocurrió a Álvaro Figueroa y Torres, cuando pretendió
tener segura su investidura para ser miembro de la Real Academia Española.
Siendo todavía presidente del Consejo de Ministros, acudió casa por casa de todos
académicos en un vano intento de conseguir de cada uno de ellos su compromiso de voto favorable. Todos ellos le prometieron su ayuda.
La votación tuvo lugar una tarde mientras Figueroa se encontraba presente en un
debate en el Congreso de los Diputados. Se le acercó a la bancada de la
oposición un ujier que le comunicó que en la Real Academia no había conseguido
ni un solo voto favorable a su ingreso. Hay que recordar que unos días antes
había caído su Gobierno y que Figueroa, por tanto, ya no ocupaba el sillón
azul. Fue entonces cuando Figueroa dijo aquello de ¡“joder, qué tropa…! Como digo,
a Calviño le ha sucedido algo parecido cuando abrigaba la poderosa idea de
poder presidir el Eurogrupo. La ministra de Asuntos Económicos aseguraba a una emisora de radio
que tenía “apalabrados” 10 votos, pero que a última hora algún representante
europeo cambió de idea”. Lo cierto es que Calviño perdió la votación en favor del
irlandés Paschal Donohoe. Se cuenta que en cierta ocasión Dámaso Alonso le ofreció a Julio Camba un sillón en la RAE. Y el
irónico Camba, sin mucho entusiasmo, le contestó: “Me ofrece usted un sillón y
yo lo que necesito es un piso”. Por entonces, Camba ocupaba desde hacía tiempo
la habitación 383 del madrileño Hotel Palace, donde se alojaba por cuenta de Juan March, y donde murió.
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