jueves, 10 de septiembre de 2020

A la guitarra, Melchor de Marchena

 



Carmen Farreras, en El Correo de Zamora, bajo el epígrafe “El único feminismo”, hace referencia hoy  a unos comentarios lanzados por Isabel Sánchez, secretaria central del Opus Dei. Farreras sostiene que “es una pena, porque esta señora ha aportado más en una sola entrevista a la causa de las mujeres, que todas aquellas que por vociferar, decir barbaridades y salir en manada a la calle cada 8-M, creen que van a cambiar el mundo. A mí las feminazis, el núcleo duro de mujeres que maneja a su antojo Irene Montero, e incluso las otras más vulnerables que se dejan arrastrar, me dan más pena que otra cosa”. A mi entender, ese artículo merecería estar entre rejas en “La cárcel de papel” de La Codorniz. “Querer demonizar al hombre –escribe Farreras- por el hecho de tener pene, excluyéndolo de todos los ámbitos comunes a todos los sexos, me parece un error mayúsculo. Es como el absurdo lenguaje inclusivo que se han inventado algunas que no tienen otro pito que tocar. ¡Uy, si tuvieran un buen pito que tocar! ¡Otro gallo las cantara! Que cada cual lo interprete como estime”. Vale, vale, no se ponga así.  No camine usted, señora Farreras, en los procelosos jardines de Freud. A esas mujeres manejadas a su antojo por Irene Montero habría que regalarles por navidades el excelso trabajo de Camilo José Cela, “Diccionario secreto”, para que esas feminazis, como las llama usted, se enterasen de lo que vale un peine y de lo que vale un pito.  Como indica Dámaso Alonso en su prólogo, “hay que tratar abiertamente esta cuestión sin remilgos de pudibundez”;  y el preámbulo de Cela: “para excitar (moderadamente) la atención y preparar (con respetuosa cautela) el ánimo de quien leyere”. Les aseguro que yo tampoco conozco a Isabel Sánchez ni tengo ninguna relación, directa ni indirecta, con los seguidores de Escrivá de Balaguer, ni recuerdo dada mi edad, cómo olían aquellos dormitorios de tropa sin ventilar, ni conozco las groseras  jergas barriobajeras. Pero a la columnista Carmen Fareras, que aborrece el lenguaje inclusivo  y que  -según comenta-  han inventado “algunas que no tienen otro pito que tocar” quisiera dedicarle la letra de un fandanguillo. A la guitarra, Melchor de Marchena: “Más arriba del ombligo / tengo una raya que dice: / hasta aquí me llegó el pito / en mil novecientos quince. / ¡Ay, qué tiempos tan felices!”.

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