Carmen
Farreras, en El Correo
de Zamora, bajo el epígrafe “El único
feminismo”, hace referencia hoy a
unos comentarios lanzados por Isabel
Sánchez, secretaria central del Opus Dei. Farreras sostiene que “es una
pena, porque esta señora ha aportado más en una sola entrevista a la causa de
las mujeres, que todas aquellas que por vociferar, decir barbaridades y salir
en manada a la calle cada 8-M, creen que van a cambiar el mundo. A mí las
feminazis, el núcleo duro de mujeres que maneja a su antojo Irene Montero, e incluso las otras más
vulnerables que se dejan arrastrar, me dan más pena que otra cosa”. A mi
entender, ese artículo merecería estar entre rejas en “La cárcel de papel” de La
Codorniz. “Querer demonizar al hombre –escribe Farreras- por el hecho de
tener pene, excluyéndolo de todos los ámbitos comunes a todos los sexos, me
parece un error mayúsculo. Es como el absurdo lenguaje inclusivo que se han
inventado algunas que no tienen otro pito que tocar. ¡Uy, si tuvieran un buen
pito que tocar! ¡Otro gallo las cantara! Que cada cual lo interprete como
estime”. Vale, vale, no se ponga así. No
camine usted, señora Farreras, en los procelosos jardines de Freud. A esas mujeres manejadas a su
antojo por Irene Montero habría que regalarles por navidades el excelso trabajo
de Camilo José Cela,“Diccionario secreto”, para que esas
feminazis, como las llama usted, se enterasen de lo que vale un peine y
de lo que vale un pito. Como indica Dámaso Alonso en su prólogo, “hay que
tratar abiertamente esta cuestión sin remilgos de pudibundez”; y el preámbulo de Cela: “para excitar
(moderadamente) la atención y preparar (con respetuosa cautela) el ánimo de
quien leyere”. Les aseguro que yo tampoco conozco a Isabel Sánchez ni tengo
ninguna relación, directa ni indirecta, con los seguidores de Escrivá de Balaguer, ni recuerdo dada
mi edad, cómo olían aquellos dormitorios de tropa sin ventilar, ni conozco las
groseras jergas barriobajeras. Pero a la
columnista Carmen Fareras, que aborrece el lenguaje inclusivo y que -según
comenta- han inventado “algunas que no
tienen otro pito que tocar” quisiera dedicarle la letra de un fandanguillo. A
la guitarra, Melchor de Marchena: “Más
arriba del ombligo / tengo una raya que dice: / hasta aquí me llegó el pito /
en mil novecientos quince. / ¡Ay, qué tiempos tan felices!”.
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