domingo, 13 de septiembre de 2020

Las pálidas caricias de papel



Rosa María Artal escribe hoy en Eldiario.es un artículo, “Joaquín  Carbonell, las flores de ayer tan vivas”, que es todo un elogio funeral. El cantautor de Alloza escribió muy bellas canciones. Pero, oh casualidad, Artal ha dado en el chiste de la canción más entrañable de ese autor, la que mejor refleja una melancolía contenida capaz de hacer correr una lágrima gorda por la mejilla de cualquier anciano que está viendo, atrincherado en su casa, cómo se desarrollan unos acontecimientos que nunca pensó que pudiesen producirse. La pandemia que se llevó a Carbonell por delante arrambló también con los colores claros, los sueños perdidos. El cristalino de los mayores se torna  cada vez más turbio y de la prensa sólo se consigue leer la letra gorda que anuncia vacunas que nunca llegan y esquelas de muertos publicadas en el diario ABC preñadas de aparato y vanidad. Cuanto más largo son los apellidos del difunto, más grande es el recuadro de la esquela. En El Diario Montañés apareció una emotiva esquela en los últimos días de noviembre del pasado año donde había un mensaje de unos nietos a su abuela, María Luisa Valle Ezquerra, de Torrelavega (Cantabria) que decía: “Toda la vida leyendo el periódico por las páginas de esquelas y para un día que sales, no vas a poder leerlas”. La letra de aquella canción de Carbonell decía: "Adónde fue el amor de los papeles viejos, los colores claros los sueños perdidos y las esquinas de hojas secas que un viento triste barrió muy lejos. Y los recuerdos llenos de sol que secaban el agua del camino. Y por qué se hicieron las puertas cerradas, los pasos rápidos, las horas de soledad, las pálidas caricias de papel  y las flores de ayer tan deshojadas. Porque se hicieron las palabras que llenaban de niebla los rincones"… Hoy, como digo, nos la recuerda Rosa María Artal en su artículo. Una letra de Carbonell recordada por Rosa María Artal que hoy tampoco podrá leer su autor difunto, como le sucedió a doña María Luisa Valle. Joaquín Carbonell creó otra anciana en su libro “Aragón sin empalmes”, escrito al alimón con Roberto Miranda, dentro del apartado “Nuevos santos de Aragón”.  La llamó “La Vieja de Labordeta” y dijo de ella que fue “elevada a los altares por su sufrimiento sin saber pa qué. Declarada abogada del andamio y la caída libre. Como carecía de nombre, se llamará santa Labordeta del Niño Jesús. Su fiesta se celebra al final del verano”. Nos ha dejado Carbonell pero nos quedan sus libros, sus canciones y su recuerdo. Siempre es de agradecer.

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