lunes, 14 de septiembre de 2020

El rabo de la lagartija



Muchas personas de mi edad recordamos que siendo niños, si vivíamos en zonas rurales, matábamos muchas horas persiguiendo lagartijas. Sentíamos hacia ellas una atracción especial. Eran ágiles y difíciles de cazar. Siempre encontraban un agujero por donde escapar de una muerte segura. Hoy acabo de leer en la prensa que las lagartijas ibéricas están a punto de desaparecer por el calor y la sequía. Dicen los que saben de estas cosas que la ausencia de agua para beber reduce la temperatura máxima que pueden tolerar esos reptiles. Muchas lagartijas  -recuerdo- perdían la cola en un intento de salvar su vida. Y lo que más llamaba la atención era que aquella cola autotomizada seguía moviéndose durante mucho rato. Un día perdí mi capacidad de sorpresa cuando leí en una enciclopedia que la energía para los movimientos de la cola se obtenía a partir de la conversión de glucógeno almacenado en la cola en lactato. Tampoco entendí aquellos conceptos demostrados por la Ciencia, pero tuve claro que lo que contaban mis compañeros de “aventuras” no se sostenía.  Alguno de ellos estaba convencido de que el movimiento de la cola de las lagartijas desprendidas del cuerpo hacía la burla a Dios, que se lo había dicho Paquito Jerez, el mismo que escuchaba historias de la guerra cuando acompañaba a su abuelo Rufo en los paseos por el campo.  También a mí, Paquito Jerez me contó en cierta ocasión retazos de historias que le había transmitido su abuelo Rufo, excombatiente en la Batalla del Ebro. Un día, Paquito Jerez le preguntó a su abuelo que cómo eran los rojos. Y su abuelo Rufo se los describió de tal forma que aquella noche Paquito no pudo conciliar el sueño. “Llevaban –le dijo- las patillas en forma de hachones, correaje sobre el mono añil, chapiri con borla roja y un largo rabo como el de las lagartijas. Se dedicaban a quemar iglesias y conventos. Desenterraban las momias de los claustros y las ponían de pie apoyadas en las paredes…”.  Más tarde, Paquito Jerez transmitió lo que le había dicho su abuelo Rufo al resto de compañeros de correrías. Y tal vez, por asociación de ideas, éstos creyeron a pies juntillas que los rabos cercenados de las lagartijas hacían la burla a Dios.

No hay comentarios: