viernes, 18 de septiembre de 2020

Culebrones de verano

 

 La gente comienza a ver gigantes donde sólo hay molinos de viento. La pandemia del coronavirus nos tiene desconcertados y comenzamos a perder el oremus. Recuerdo cuando a principios de junio pasado Castilla se puso en alerta ante la creencia de que había un cocodrilo del Nilo en el Pisuerga. De inmediato se puso la Guardia Civil manos a la obra, o sea, a buscar el rastro del supuesto reptil depredador.  Al final se llegó a la conclusión de que ese cocodrilo, o caimán, que nunca se pusieron de acuerdo, no existía más que en la imaginación de unos pucelanos histéricos. Que se trataba de un mustélido, de una nutria. Ahora, tres meses más tarde, puesto que el histerismo va por barrios, la alerta había llegado hasta Granada, donde  creían haber  dado con la pista de  una pantera negra, “con una cola muy larga”, según varios testigos, vagando por los páramos de Ventas de Huelma. Y la Guardia Civil nuevamente movilizada en evitación de males mayores. Despliegue de patrullas en correría, cámaras térmicas, helicópteros…, hasta que un ciclista hizo la foto de la fiera (donde se encuadran panteras, jaguares y pumas) que resultó ser un gato, posiblemente escapado del domicilio de algún municipio colindante (Chimeneas, La Malahá, Escúzar, Agrón o Cacín) y con aspecto de estar bien alimentado. Ya sólo nos queda que alguien buscando setas por la floresta se tope de frente con la Santa Compaña encabezada por un  ser vivo  portando una cruz y un caldero de agua bendita seguido por las ánimas con velas encendidas, no siempre visibles, percibiendo su presencia en el olor a cera y el viento que se levanta a su paso; o por Barandales, ese personaje que desempeña la misión de avisar al público de la marcha de las procesiones en la Semana Santa zamorana agitando pesados esquilones. El coronavirus nos ha metido a todos el miedo en el cuerpo y nos espantamos hasta de la imagen que proyecta  nuestra propia sombra.  José Oto, el gran jotero aragonés, cantaba aquello de “nadie le tema a la fiera / que la fiera ya murió; / al revolver una esquina, / un valiente la mató”. Cuentan que Oto tuvo una voz sólo comparable con la del bilbilitano Romualdo Arana, alias Sansón de Zuera; que, aunque era de Calatayud, de allí era su mujer.

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