martes, 1 de septiembre de 2020

Elogio de aquellas tienducas de barrio



Comprendo que el comercio de barrio lo esté pasando mal. Ya casi no existen aquellos colmados y tiendas de ultramarinos donde cada día hacías la compra, desde el pan hasta una botella de vinagre. La bajada de persianas se produce al goteo, una hoy, otra, mañana… De ello se hace eco hoy El Periódico de Aragón en sus páginas. Una señora entrevistada comenta: La gente sigue comprando en las grandes superficies. Aquí vienen a comprar artículos sueltos o cosas que se han olvidado. Y encima te lo dicen. ‘Es que acabo de hacer el pedido a Mercadona y me he olvidado de las magdalenas. Dame un paquetico’, me dicen algunas clientas. Se tienen que dar cuenta que los que hemos estado al pie del cañón durante todo este tiempo hemos sido nosotros”.  También, Pepi Galera comenta hoy en el diario Jaén que “muchos de esos comercios mueren ante la progresión de las franquicias y grandes centros comerciales y otros desaparecen agobiadas ante el inminente fin de los contratos de alquileres de renta antigua o, simplemente, la diferencia abismal entre multitud de gastos y escasos ingresos”. Las tiendas de barrio son esas que Antonio Burgos definía como “tienda de los desavíos”. La tienda de los desavíos, contaba Burgos (ABC de Sevilla, 20/6/2000) “es algo así como un escaparate con botellas de güisqui y de cerveza, con cajas de polvorones cuando es el tiempo, con bombones, y con los letreros del alto y útil papel social que cumple. Letreros escritos a mano donde se informa que hay bocadillos de choper (sic) y de mortadela dasitunas (sic), nutricios y elementales, y que hay litronas frescas y latas de cocacola como la nieve”. (…) “Ni las grandes superficies ni los hipercores han hecho daño a la tienda de los desavíos, que ahí está, abriendo cuando quiere, que es siempre, y cerrando cuando puede, que es nunca. Tengo en mi barrio la gloriosa tienda de los desavíos pero las he visto por toda Andalucía. Ay, benditas tiendas de los desavíos del barrio gaditano de la Viña, donde se compran en domingo las mejores latas de anchoas de Bermeo del mundo...”. Claro, eso lo contaba Burgos hace veinte años. Hoy las cosas son distintas. Las tiendas de desavíos, como todo en la vida, tienen su final. Bien que lo siento.

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