Leo con atención el último artículo de Chema López Juderías, director de Diario de Teruel. Al referirse a los calcetines
de perlé que tanto él como su hermano se negaron a ponerse en su primera comunión, señala: “Mientras
mis padres fumaban y tomaban café, mi hermano y yo intentábamos hacerles entrar
en razón, argumentando que aquellos calcetines iban a acabar con nuestra
reputación. Poco antes de la hora límite, el Gobierno de mi casa cedió ante
nuestras presiones, aceptó bajar a comprar unos calcetines más discretos y nosotros
dijimos sí a tomar la comunión”. Lo que ya no detalla Chema es si aquellos
calcetines estaban hechos con hilo de Escocia altamente transpirables, de
elegante calado y puño de fantasía, o si eran de la marca Cóndor, con borlas en la parte externa superior. Sigue contando
Chema que “el debate se encarnizó. Amenazamos con no presentarnos en la iglesia
y mis padres nos recordaron que, si eso ocurría, tendríamos que devolver los
regalos, incluido el enorme reloj blanco que me regaló el padrino”. Nunca
entendí la razón por la que era necesario entonces, no sé ahora, vestir de
forma ridícula a los niños el día de su primera comunión, de la misma manera
que nunca tuve claro que ese día fuese, según afirmaba el cura, “el más feliz
de tu vida”. Me viene a la memoria “El
día más feliz de mi vida”, de Luis Carandell,
donde éste cuenta el día en el que acompañó a su madre a una sastrería de la plaza
del Ángel, en Barcelona para comprarle una marinera y terminó peleándose con su
madre en casa del sastre, “que no sabía qué hacer para tranquilizarnos”. Se
trataba de un “traje azul con ribetes blancos que, además, llevaba una gorrita
con el nombre de un acorazado”. Carandell
terminó por volverse contra el sastre y proporcionarle una patada en la
espinilla. “Mi madre –sigue contando- cedió, aunque muy enfadada, y me preguntó
cómo quería ir vestido para hacer la Primera Comunión. Un sastre de repuesto
que entró en el camerino me mostró una serie de tejidos de Sabadell, entre
ellos uno de color marrón oscuro que me gustó bastante. Para ese traje, dijo el
sastre, iría bien una camisa beige y una corbata gris perla”. En fin, el
episodio de los hermanos López Juderías y los calcetines de perlé fue un juego
de niños si se compara con la ofensiva de Luis Carandell ante su negativa de
ponerse un cursi traje de marinero. No se recuerda nada parecido desde la
Batalla de Trafalgar.
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