Lo que nos faltaba, ver a Pablo Iglesias en el banco azul con moño y pendientes. Ya sólo le
faltaría a ese líder de ultraizquierda bajar las escaleras del Congreso del
brazo de Rafael Alberti, como Pasionaria en aquella lejana foto de 1977 firmada por Marisa Flórez y publicada en El País. El nuevo look del vicepresidente segundo del Gobierno me recuerda aquella
película estrenada en el madrileño Cine Rialto en 1947 “La Lola se va a los puertos”, dirigida por Juan de Orduña y con Juanita Reina como protagonista. El “no
pasarán”, fue el grito de guerra de Pasionaria ante las amenazas de Franco de conquistar Madrid. El mismo baladro
que repite ahora Iglesias en la puerta
de su casoplón de La Navata antes los escraches inmisericordes de una derechona
intransigente. En este sainete político coincidente con la pandemia de la Covid
hay hasta una “torre de arena”, como la
de Marifé de Triana, aquella canción
del maestro Gordillo que decía: “Como lamentos del alma mía / son mis suspiros,
¡válgame Dios! / Fieles testigos de mi agonía / que va quemando mi corazón…”.
Pablo Iglesias se ha puesto, como digo, look
de folclórica, con moño y
pendientes. Ya solo le falta ir al Congreso con traje de faralaes y un baúl
como el de la Piquer lleno de promesas
por cumplir, tantas que no sé si le dará tiempo de poder llevar a cabo en esta
legislatura. Las torres de arena ya se sabe, se las termina llevando la pleamar
por delante al tiempo que Maripuri,
procedente del turismo interior, chupa una gamba en el chiringuito “El pez volador” mientas suena en un
altavoz la vieja musiquilla de The Doors “No me moleste mosquito”.
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