Paco Giménez Alemán, en El Correo de Andalucía, comenta en su artículo “Quién teme a la piedad popular” algo que parece una incongruencia y que hasta puede que lo sea. Señala que “los católicos de misa dominical, aunque seamos fijos discontinuos, vamos observando cómo los templos no se llenan hoy como en otros tiempos y cómo la edad media de los feligreses roza la categoría de abuelos, con escasa participación de gente joven. Es un hecho constatable en toda España donde las estadísticas que maneja la Conferencia Episcopal y encuestas solventes como la de Funcas indican que del 55 por 100 de los españoles que se declaran católicos solo un 17 es practicante habitual. El dato es muy significativo porque a finales de los años setenta el porcentaje de personas que se reconocían como católicos era nada menos que del 90 por 100. Eso también sucede en Zaragoza, donde los templos están semivacíos en los cultos pero tanto los actos populares están viviendo su edad de oro, tanto en el Rosario de Cristal como la Ofrenda de Flores, que aumentan cada año que pasa en número de asistentes y de oferentes. Algo parecido sucede en la Semana Santa, con aumento de cofradías y de espectadores. El colapso popular de las calles frente al vacío de los templos “es --como señala Giménez, refiriéndose a Sevilla-- todo un síntoma que la Jerarquía diocesana no solo no puede ignorar, sino que debe fomentar y aplaudir. Si algunos sectores del clero y de los creyentes no ven todavía con buenos ojos estas manifestaciones o las consideran como sucedáneos de la liturgia tradicional, deberían asomarse estos días al Polígono Sur y comprobar por sí mismos cómo es preciso dar cauce a esta modalidad del sentimiento religioso que estalla en los barrios de la ciudad”. Tiene razón. Y termina diciendo: “Búsquese por ahí lo que la Iglesia Católica está perdiendo en el inmovilismo de sus catedrales”. En algunas, como sucede con La Seo, cobran por entrar en su interior después de haber sido restaurada con dinero público. Así, mal.
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