Hay que tener sumo cuidado cuando se redacta una noticia. Me refiero a la noticia que da hoy Heraldo de Aragón. Dice: “Antonio Tejero, autor del golpe de Estado del 23.F ingresado en estado crítico.” Poco después, aclara que “en un hospital de Valencia” y que el diario El Mundo había avanzado de forma errónea su fallecimiento. Sigue contando ese diario aragonés que “Tejero era en 1981 teniente general de la Guardia Civil, cuerpo al que ingresó en 1951 y de donde fue expulsado tras protagonizar el golpe de Estado del 23-F.” En España, que a mí me conste, ocurrió el último golpe de Estado la tarde del 17 de julio de 1936. Lo sucedido en 1981 fue un intento de golpe de Estado, por fortuna fracasado, y no un golpe de Estado, como afirma ese diario aragonés. Sobre ello quedan todavía, pese al tiempo transcurrido, muchos flecos sueltos que no conviene sacar a la luz. También me consta (pueden consultarse las hemerotecas) que ese diario de la mañana (fundado por el oscense republicano, Luis Montestruc, en 1895) estuvo de acuerdo con el golpe militar desde la primera hora del primer día. En 1909 tomó el timón del periódico Antonio Motos hasta su fallecimiento en1923, cuando le sustituyó un sobrino del mismo nombre, y más tarde Antonio Mompeón Motos. Durante la II República y la Guerra Civil fue director Manuel Casanova, al que le sustituyó Manuel Martín Triep, que fue destituido por el franquismo junto a varios redactores en 1943. Tras su cese fulminante, se nombró un director a dedo por la Dirección General de Prensa, a José Morales. En 1952, el entonces ministro de Información nombró director a Antonio Bruned Mompeón, de 21 años de edad, nieto de Antonio Mompeón Motos, que permaneció en el cargo hasta el año 2000, asumiendo la gestión posterior del negocio Pilar y Fernando de Yarza, quienes nombraron director a Guillermo Fatás, catedrático de Historia Antigua. Por aquellos días apareció un nuevo socio financiero, Ibercaja. En la actualidad ocupa la presidencia Paloma de Yarza López-Madrazo, sobrina de Pilar y de Fernando, a la que durante las fiestas pilaristas de esta año le hicieron entrega de una importante distinción municipal, la Medalla de Oro de Zaragoza, de manos de la alcaldesa Chueca. También se colocó durante las últimas fiestas pilaristas una estatua en bronce que representa a una vendedora de ese diario en el Paseo de la Independencia. Queda claro que el ‘pilar de Zaragoza’ no es una columna maestra de jade sino un gato, un caballete de acero de varias patas, en el que se apoya un grupúsculo, mezcla de cabildos catedracilios (entre los que pareciera que formase parte Tomás Celorrio, el cura de Vericueto) y una burguesía semi escondida entre visillos de franela, que siguen controlando la cuerda de trenzado regional (tanto en lo espiritual como en lo material) al estilo de las novelas costumbristas decimonónicas de Alas, Galdós o Concha Espina. Lo demás es hablar por no callar.
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