Hoy, José
Carmona cuenta en el diario Público
los errores de José María Figaredo,
diputado de Vox, el pasado miércoles en la sesión de control al Gobierno.
Cuando no se sabe algo, es mejor permanecer callado que hacer el ridículo. Las
preguntas de los diputados a los responsables del Gobierno deberían llevarse
preparadas de antemano. Pues bien, ese diputado sacó a relucir a Galileo Galilei, al que quisieron
llevar a la hoguera por afirmar que la Tierra era redonda, en contra de la
creencia generalizada en 1633 de que era plana. Pero se trabucó y confundió el terraplanismo con la teoría heliocéntrica. Lo que mantenía Galileo
era que la Tierra giraba en torno al sol y no al revés. Las teorías del terraplanismo son anteriores al siglo VI a.C. Pero lo que
buscaba Figaredo en aquella controversia no era cosa distinta a hocicar un
enfrentamiento verbal con el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto
Demográfico y sus políticas de adaptación climática. Ese diputado, por lo que
se desprende, buscaba sostener a
diferido la “tesis” de un primo de Mariano Rajoy, José Javier Brey Abalo, catedrático de Física Teórica de la
Universidad de Sevilla, que restaba importancia al cambio climático con el
siguiente argumento: "He traído aquí a 10 de los más importantes
científicos del mundo y ninguno me ha garantizado el tiempo que hará mañana en
Sevilla. ¿Cómo alguien puede decir lo que va a pasar en el mundo dentro del 300
años?". Por aquellos días, creo que era por 2008, Aznar también hacia sentía un cierto desprecio a los que él
denominaba como “abanderados del apocalipsis
climático que pretendían ahogar la democracia con su ecologismo”. El miércoles
pasado, antes de ayer, Figaredo adoptó el mismo criterio: "Nos dicen que
cada vez hay más riadas, que cada vez hay más incendios, no pongan el aire
acondicionado, que va a cambiar el clima..., cuando todo es mentira”. Vamos, que lo acontecido en Valencia hace
casi un año, el apagón y los incendios de difícil control de este verano son
para ese sansirolé ‘culpa de maestro
armero’, cargo que se remonta a 1703, año en el que Felipe V creó esa figura artesanal cuando empezó a usarse el fusil
sustituyendo a las picas como arma. Es probable que los fusileros acudieran a
ese experto para quejarse por deficiencias de las armas. Con el tiempo se acabó
convirtiendo en una costumbre que ante cualquier reclamación o reproche de
cualquier índole se aplicara la expresión de “¡a reclamar, al maestro armero!”, dejando entrever un tono de “¿y a mí que me cuentas? No es mi
responsabilidad”. Este es un país
donde nunca hay responsables ni
dimisiones por ineficacia manifiesta. Le echan la culpa de los desastres patrios al maestro armero, como se la podrían echar a la estatua de Viriato, que está en Zamora.
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