Leo con interés el artículo de Jorge Fernández Díaz, “Normalizando lo anormal en la Fiesta Nacional”, hoy en La Razón; donde, dicho sea de paso, en la tercera línea descubro que pluraliza algo que, a mi entender, debería ser en singular. Me refiero a cuando redacta “…sea insultado y abucheado por los asistentes al desfile conmemorativo de tan relevante efemérides”. A mi entender, efeméride, en singular, es un acontecimiento que se recuerda en cualquier aniversario. Efemérides, en plural, es el libro o comentario en que se refieren los hechos de cada día. En el español actual se consideran correctas las dos formas; o sea, el uso de la forma en plural efemérides con el artículo en singular, la efemérides, y con el mismo significado del singular. Pero a mí no me gusta esa doble adaptación por parte de la RAE, y así lo expreso. Dicho eso, Fernández ‘normaliza’ los abucheos contra Sánchez cuando es insultado por los asistentes y espectadores cada vez que ‘asoma’ en cualquier acto protocolario donde es ineludible su presencia. Y la prensa, por otro lado, se ‘asombra’ de que Sánchez no estuviese acompañado de su mujer, Begoña Gómez. Si eso hubiese ocurrido, los gritos contra la pareja hubiesen dejado pequeños los insultos contra el Mesías durante su triste camino hacia el monte calvario. Personalmente, me pareció sensato que Sánchez abandonase ayer la recepción oficial posterior a la parada militar tras haber saludado al jefe del Estado, a su cónyuge y a sus dos hijas. Los linchamientos solo quedan bien en las películas del Oeste. Pero el exministro del Interior convertido en columnista sigue hurgando en la herida. Señala: “Lo significativo realmente es que el jefe del Gobierno, en una fecha tan señalada, tenga que huir de los periodistas para no dar la cara respecto a las últimas novedades, tanto nacionales como internacionales. De las primeras no hace falta añadir más y de lo segundo quizás deba explicar su viaje de hoy a Sharm el-Sheikh para asistir a la firma del comienzo de la aplicación del acuerdo de paz en Gaza, en el que los signatarios son Israel y Hamás, y donde la única posibilidad que pueda justificar su presencia allí es que le haya invitado su admirada organización terrorista Hamás, ya que ni Netanyahu ni Trump parecen tener el más mínimo interés en saludarle”. Y pone la guinda a su mezquino pastel añadiendo que “hace un año huyó en Paiporta dejando que fueran los reyes los únicos que dieran la cara ante la indignada población. Lo que hicieron con dignidad y gallardía, ya que es mejor estar solos que mal acompañados”. Jorge Fernández Díaz no dice por qué se marchó Sánchez de Paiporta. Ya se lo digo yo. Le habían dado con un palo en la espalda unos malnacidos. Lo correcto, en ese caso, es que el jefe del Estado también hubiese abandonado el lugar tras lo ocurrido. ¡Qué menos! No fue así. Debió pensar: ‘no yendo, estoy estando’. La frase no es mía, sino de Miquel Jiménez, que hoy, en Vozpópuli y a propósito de la recepción de ayer en el Palacio Real tilda de ‘demacrado’ a Sánchez y afirma en su columna: “Si alguien esperaba hablar con el demacrado se ha quedado con las ganas. Los que quieran algún favor, que pidan audiencia; los periodistas que esperen alguna declaración, que se aguanten; los artistas, gente de la cultura y demás, que se vayan al guano porque no está Sánchez para bollos.” En fin, a este paso, las recepciones en el Palacio Real, abarrotado de periodistas, famosillos y héroes de pacotilla, terminará pareciéndose a una mezcla a mitad de camino entre la ‘taberna del chato’ y la sala de juegos del Casino Municipal de Biarritz. En el inmenso caserón hacen corrillos los invitados, que se reflejan entre espejos como los del Callejón del Gato donde se burlan unos de otros. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada. Cuando todos se marcharon, quedó la melancolía.
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