En su blog, Iñaki Anasagasti hace
referencia a lo que él define como “los premios del señorito”, es decir, a la ceremonia en Oviedo donde cada
año se conceden los premios “Príncipe de Asturias” y que, según afirma el senador del PNV, “organizan cada año con dinero público a
mayor gloria, no de los premiados, sino de Felipe de Borbón y Letizia Ortiz”.
Según Anasagasti, “todo está centrado en
sus personas. Se eligen candidatos a premiar mediáticos y conocidos, no
personas anónimas que trabajan la solidaridad sin la iluminación de los
focos…”. Es decir, si no lo he entendido mal, la costosa ceremonia anual del
Teatro Campoamor a cargo del contribuyente no es cosa diferente a una auténtica
“patochada” en la que los premiados sólo son un “subterfugio” más o menos
rimbombante de un acto fraguado en su día desde La Zarzuela para centrar el
foco y las miradas, tal y como cuenta el senador, “a mayor gloria de una
pareja que necesita ser publicitada”. Pues, hombre, si eso fuese así, que no lo sé, el asunto sería
grave por varias razones. La primera, que España no está para gastos
innecesarios ni para tirar cohetes cuando cuenta con casi seis millones de
parados. La segunda, que a los españoles se les oculta el coste total de una
ceremonia que pagan ellos; que es, por poner un ejemplo, como si al padrino que
corre con los gastos de la boda no se le invitase al banquete. Y, tercera, que
las personas premiadas no son causa de la causa y se convierten de alguna
manera no ya en protagonistas principales ni en actores de reparto, sino en meros figurantes. Anasagasti sabe lo
que dice y dice lo que piensa. Y en algo él y yo estamos de acuerdo: los
“premios del señorito” -como así él los denomina- jamás se han concedido a
ciudadano alguno que haya luchado en Asturias por la libertad o desde la mina.
O sea, verde y con asas.
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