Cuando Alfredo Pérez Rubalcaba afirma eso de “Estoy
perfectamente tranquilo con Griñán, está de mi lado”, me recuerda el salmo 23:
“El Señor es mi pastor, nada me falta. / En prados de hierba fresca me hace
reposar.” Rubalcaba piensa seguir de secretario general del PSOE hasta 2016,
que es cuando cumple su mandato. Da un respingo en el asiento cada vez que
alguien le nombra la palabra “primarias”. ”Nadie me ha hablado de eso”,
responde rotundo. Rubalcaba tiene ahora que
atravesar el peor de los desiertos
guiando a unos militantes que no saben por dónde les sopla el siroco. Da otro
respingo en el asiento cuando le nombran la palabra Chacón. “Aquí no hay otro
Chacón que don Antonio Chacón y la guitarra del maestro Habichuela. Y si a algún
compañero de partido no le suena, que busque por los mercadillos callejeros discos
de pizarra, oiga, ¡que ya vale el martirio que me están dando! Ahí están metidos
todos los sonidos negros”. Rubalcaba se crece ante la adversidad, o sea, ante
los últimos resultados de los comicios del pasado día 21 en Galicia y el País
Vasco. Rubalcaba, más galán que Mingo, continúa con el
runrún del salmo 23 cada vez que le entrevistan: “Aunque pase por el más oscuro
de los valles, / no temeré peligro alguno”.
Vamos, que en las pinturas de las catacumbas de Ferrán, a Rubalcaba se le
representa como al Buen Pastor, de pie, con vestido corto y zurrón, con una
oveja entre sus hombros y la cabeza suavemente apoyada sobre la oveja. Es una
estampa llena de ternura. Y si un militante se despista del buen camino,
enseguida acude el pastor Rubalcaba a su encuentro, le da unos toquecitos con
el cayado sobre los lomos y lo reintegra de nuevo en el camino justo. No teme a las alimañas que pueda encontrarse
en su trocha. Rubalcaba sabe que no
sobrevivirá el militante que intente escaparse por libre por el vasto desierto.
“Rubalcaba es mi pastor”, cantan los militantes sobre las dunas pese a que
ahora no abundan ni el agua ni los pastos y el sendero es árido y polvoriento. Pero no importa; los
militantes del PSOE confían en que pronto llegarán al oasis prometido y que sentados
bajo una palmera, tomando kéfir, recordarán a don Antonio Machado: “Caminante
son tus huellas/ el camino y nada más; / caminante, no hay camino, / se hace
camino al andar”.
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