Como tengo por costumbre, no vi
por televisión la parada militar en
Madrid con motivo de la Fiesta
Nacional. Nunca me ha interesado. Dicen que fue más reducido
en militares y costes. ¡Menos mal! Pero no pude evitar ver en los informativos algo sobre el acto presidido por el rey en
Neptuno y el posterior besamanos en el Palacio de Oriente. Me llamó la atención
lo que yo entiendo como vergonzosas genuflexiones por parte de las ministras y
demás señoras presentes en sus respectivos saludos protocolarios tanto a los reyes como a los príncipes. Menos mal que
hubo una excepción: Celia Villalobos. ¡Chapeau! Por cierto, hubo muchas
ausencias: la de Luis de Guindos, que estaba en Tokio en una reunión del FMI,
estaba justificada, pero no así la de los diez presidentes autonómicos ausentes.
A mi entender, si se parte de la base de que los presidentes regionales
representan al Estado en cada una de las 17 Comunidad Autónomas, lo normal hubiera sido que el día de la Fiesta Nacional de España
hubiesen estado presentes en Madrid. La prensa de la derecha ha preferido hacer
más hincapié en la ubicación de la infanta Elena. Algunos columnistas han visto
como “muy desacertado” que a Elena de Borbón la acomodaran los responsables de protocolo de La Zarzuela a la izquierda
de Alfredo Pérez Rubalcaba. ¿Dónde -según esos triquismiquis- habría que haberla instalado? Ya estamos con lo que decía Felipe González
sobre el jarrón chino y los expresidentes. Vamos a ver: una cosa es la Familia Real, compuesta
por el rey, su cónyuge y sus ascendientes y descendientes directos, y otra muy
distinta la familia del rey, compuesta por sus hermanas, las infantas Pilar y
Margarita y su cónyuge Carlos Zurita. Lo que sucede en la
Casa Real es como en la Renfe, donde hubo un
desdoblamiento entre Adif y Renfe Operadora, aunque todos los trabajadores sigan siendo ferroviarios. Pues bien, aunque las infantas
Elena y Cristina forman parte de la Casa
Real por ser hijas de reyes, en los actos oficiales se ha
decidido desde La Zarzuela
poner el foco sobre un “núcleo central” formado por los reyes y los príncipes
de Asturias. Las dos infantas pasarán en los actos oficiales a ocupar un lugar
preferente entre los invitados. De hecho, la infanta Elena no estuvo anteayer
dentro de ese “núcleo central” en el besamanos del Palacio de Oriente; y, como
señaló a los periodistas acreditados, “Este momento tenía que llegar”. Y ha
llegado. Son dos infantas de España, pero también dos frágiles jarrones chinos
de importante valor (en este caso,
institucional) aunque no exentos de cierto dilema a la hora de encontrarles un
sitio ideal sin que estorben.
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