El alcalde de Zaragoza, Juan
Alberto Belloch, se enfada como un antropoide y arremete con todo lo que se
acomoda en su cerebro. Me recuerda en cierto modo a Romero Robledo, cuando cada
voto le costaba un duro ¡de los de entonces! Claro, como Juan Alberto Belloch
no tiene un duro y se encuentra haciendo equilibrios en la cuerda floja,
necesita de alguna manera “devolver el favor” de haber sido votado por un
determinado número de ciudadanos, haberse aupado a la Alcaldía (eso sí, con el
favor de IU y CHA) y mantenerse en el cargo, que no es poco. Y supone que la
mejor forma de “agradecerlo” es manteniendo viva la llama de un continuo circo populachero. Más circo que pan,
claro, ya que los recortes sociales son de libro. Ahora le ha tocado el turno
al juez Javier Albar, que lo único que hace es cumplir con su obligación, es
decir, dictar sentencias. Mal está hablar de un compañero de carrera. No es
ético ni estético. Juan Alberto Belloch es magistrado en excedencia y puede
estar o no de acuerdo con las sentencias judiciales, pero tiene la obligación
de respetarlas. Decir, como acaba de señalar, que Javier Albar “trata en sus
resoluciones al Ayuntamiento de la capital aragonesa con una particular saña
para mi incomprensible”, demuestra a las claras cómo anda el aceite del candil
de ese regidor. Y aliña esas palabras con otras de ese jaez: “No estoy de
acuerdo en absoluto con sus decisiones en general”. Pues mire, señor
Belloch: yo tampoco estoy de acuerdo con su megalomanía y su empecinamiento en
levantar el suelo de la Ciudad
para hacer una línea de tranvía de dudoso servicio ciudadano, ni con la
abultada subida de tasas municipales de basuras, ni con el IBI, ni con su
empeño en que las flores de la ofenda del día del Pilar sean rojas, ni con lo
sucia que tiene la ciudad, ni con los malos olores, etcétera. Tampoco estuve de
acuerdo con usted en la forma con que manejó el Ministerio de Justicia e
Interior durante su etapa como ministro, ni sé que diablos resuelve ahora usted
como senador en una Cámara Alta que no sirve para nada útil al ciudadano, pero
que a usted le sirve, entre otras cosas, para saberse aforado. Pero ahora no
deseo entrar al trapo de cómo tiene la ciudad, a mi entender destartalada, sino
que sólo pretendo salir en defensa del juez Javier Albar, al que no conozco
pero respeto. El señor Belloch ha pillado una pataleta “infantil” por el auto
de un juez, en este caso del juez Albar, por considerar competencia desleal la
instalación de barras durante las fiestas pilaristas en la Plaza de las Catedrales, al
existir en sus alrededores restaurantes y bares que pagan sus impuestos. Pero
Juan Alberto Belloch, que ha aprovechado la visita a un colegio público para
recordar a los medios informativos que Albar “fue el juez responsable de la paralización
de las obras de remodelación del estadio de la Romareda”, sabe que puede presentar recurso para que,
según él, “se restablezca el sentido común jurídico”. ¡Arrea!
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