miércoles, 3 de octubre de 2012

Belloch contra Albar




El alcalde de Zaragoza, Juan Alberto Belloch, se enfada como un antropoide y arremete con todo lo que se acomoda en su cerebro. Me recuerda en cierto modo a Romero Robledo, cuando cada voto le costaba un duro ¡de los de entonces! Claro, como Juan Alberto Belloch no tiene un duro y se encuentra haciendo equilibrios en la cuerda floja, necesita de alguna manera “devolver el favor” de haber sido votado por un determinado número de ciudadanos, haberse aupado a la Alcaldía (eso sí, con el favor de IU y CHA) y mantenerse en el cargo, que no es poco. Y supone que la mejor forma de “agradecerlo” es manteniendo viva la llama de un  continuo circo populachero. Más circo que pan, claro, ya que los recortes sociales son de libro. Ahora le ha tocado el turno al juez Javier Albar, que lo único que hace es cumplir con su obligación, es decir, dictar sentencias. Mal está hablar de un compañero de carrera. No es ético ni estético. Juan Alberto Belloch es magistrado en excedencia y puede estar o no de acuerdo con las sentencias judiciales, pero tiene la obligación de respetarlas. Decir, como acaba de señalar, que Javier Albar “trata en sus resoluciones al Ayuntamiento de la capital aragonesa con una particular saña para mi incomprensible”, demuestra a las claras cómo anda el aceite del candil de ese regidor. Y aliña esas palabras con otras de ese jaez: “No estoy de acuerdo en absoluto con sus decisiones en general”. Pues mire, señor Belloch: yo tampoco estoy de acuerdo con su megalomanía y su empecinamiento en levantar el suelo de la Ciudad para hacer una línea de tranvía de dudoso servicio ciudadano, ni con la abultada subida de tasas municipales de basuras, ni con el IBI, ni con su empeño en que las flores de la ofenda del día del Pilar sean rojas, ni con lo sucia que tiene la ciudad, ni con los malos olores, etcétera. Tampoco estuve de acuerdo con usted en la forma con que manejó el Ministerio de Justicia e Interior durante su etapa como ministro, ni sé que diablos resuelve ahora usted como senador en una Cámara Alta que no sirve para nada útil al ciudadano, pero que a usted le sirve, entre otras cosas, para saberse aforado. Pero ahora no deseo entrar al trapo de cómo tiene la ciudad, a mi entender destartalada, sino que sólo pretendo salir en defensa del juez Javier Albar, al que no conozco pero respeto. El señor Belloch ha pillado una pataleta “infantil” por el auto de un juez, en este caso del juez Albar, por considerar competencia desleal la instalación de barras durante las fiestas pilaristas en la Plaza de las Catedrales, al existir en sus alrededores restaurantes y bares que pagan sus impuestos. Pero Juan Alberto Belloch, que ha aprovechado la visita a un colegio público para recordar a los medios informativos que Albar “fue el juez responsable de la paralización de las obras de remodelación del estadio de la Romareda”,  sabe que puede presentar recurso para que, según él, “se restablezca el sentido común jurídico”. ¡Arrea!

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