Ayer se falló en Barcelona el
Premio Planeta. En la cena, en medio Lara, el ministro Wert a un lado y el
honorable Mas al otro. Como en la “La canción del pirata”: Asia a un lado, / al
otro Europa, / y allá a su frente Estambul. Lara, sabedor de que la fiesta y el premio rebasan el millón de euros, lo que
desea es vender muchos ejemplares, por supuesto desde Barcelona, que aún forma
parte de España. Wert, mientras, haciendo labor de zapa, o sea, intentando
españolizar todo lo que se movía como si fuese el Manolo Escobar de la Cultura y de los grandes
expresos europeos; y Mas, sin dirigirle la palabra durante toda la cena al
ministro por temor a ser adoctrinado en la fe de Torquemada, con la Enciclopedia Álvarez
en una la mano y el crucifijo en la otra, o con “Luiso” y esas cosas tan lindas
sobre el barco de Doncel, es decir, el mercante “María”, matrícula de Bilbao.
Pero Artur Mas, que sabe más que los ratones “coloraos”, tomaba un sorbo de
agua mirando al horizonte apretado de una sala preñada de culturetas frustrados
y triperos mientras parecía pensar: “Navega, velero mío, / sin temor / que ni
enemigo navío, / ni tormenta, ni bonanza, / tu rumbo a torcer alcanza, / ni a sujetar
tu valor”. Ha dicho el príncipe de Asturias que “Cataluña no es un problema” y
aboga por rebajar tensiones; y el ministro de Justicia, el oráculo Ruiz-Gallardón,
ve a España fuera del euro si Cataluña se escinde de España. Hombre, Gallardón,
y si la política de Mariano Rajoy continua como hasta ahora por el desfiladero
del disparate, también. Hay cosas chocantes, o sea, parece más sencillo sacar a
España del euro que largar a Wert fuera del
Ministerio por la esquina de corner. Un ministro que se sabe que no iba
a ser ministro sino director general del ente público RTVE. Lo que pasa es que
a Rajoy le falló a última hora el amigo valenciano y entonces fue cuando Wert
ascendió en carne mortal a los tabernáculos del Gobierno con el mismo vértigo con
el que descendió Félix Baumgartner desde la estratosfera hasta
el suelo el pasado domingo. “El meridiano al que hago referencia en el título
de mi obra es el de Greenwich, la línea que separa Madrid y Barcelona”, ha
explicado Lorenzo Silva, ganador del Planeta con “La marca del meridiano”. Vaya,
vaya…, un meridiano, el de Greenwich, que, miren ustedes por dónde, pasa por
Caspe, la ciudad del Compromiso. Wert entiende que tal meridiano es una raya carmesí
imaginaria que separa a los niños de las niñas en los colegios concertados del
Opus Dei; a los niños que usan comedor escolar de los niños de la tartera; y a
los jóvenes que harán carrera universitaria de los otros, los que irán a
formación profesional. Wert es como aquel capitán del “María”, al que no le
interesaba ni poco ni mucho la Vuelta Ciclista a España. Me recuerda a aquel
ministro de Educación y Ciencia, Julio Rodríguez Martínez, que lo fue por
equivocación, que hizo una reforma académica universitaria que igualaba el año
natural con el año académico y que en tono humorístico se denominó como año
“juliano”. Por fortuna, sólo duró un curso. Aquel disparate lo tuvo que derogar
su sucesor en el cargo, Cruz Martínez Esteruelas.
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