Meterme en el ordenador está
resultando para mí de un sufrimiento indescriptible. El problema no está en la
pantalla sino en el teclado. Cada vez que pienso sobre qué escribir, me
concentro en las teclas y siempre aparece la palabra WERT arriba, a la
izquierda, después de la “cu”. Al principio suponía que la falta de sueño me
hacía ver lo que no era. Pero no, nunca aparecía Gutiérrez, García o
Domínguez. Siempre la palabra WERT. Es
como una sopa de letras en la que no descubro nuevas palabras ni leídas a la
inversa ni al cruzado ni de arriba a abajo… Sólo la palabra WERT. Parece un mal
sueño. El actual ministro de Educación, Cultura y Deporte, pretende “españolizar” a los niños catalanes;
le parece excelente que exista separación de niños por sexo en los colegios
subvencionados del Opus; entiende que “la fuga de cerebros españoles no es
mala”; ha subido las tasas
universitarias de forma brutal a una clase media cada día más empobrecida; se está cargando la enseñanza pública en beneficio
de la privada, obliga a trabajar más horas lectivas a los docentes a cambio de
un menor sueldo; volvió a subvencionar
el "Diccionario biográfico español" de la RAH con 193.000 euros, pese al
subjetivo concepto de Luis Suárez Fernández a la hora de tratar la figura de
Franco y la represión de aquel régimen; sustituyó Educación para la Ciudadanía por
Educación Cívica y Constitucional “obligado” por la Conferencia Episcopal
para evitar, según decía, el “adoctrinamiento ideológico”; subió el IVA para material de trabajo escolar
al 21%, etcétera. El actual ministro de Educación, digo, que se me antojaba
como un tertuliano moderado antes de ser nombrado ministro, se ha convertido en
un saco de sorpresas, socarrón, cínico y, lo que es peor, de escasa utilidad
pública. Y ver su primer apellido en el teclado de mi ordenador me produce
destemple, ansiedad y hasta el deseo irrefrenable de que le unten en el ojo
ciego con una guindilla.
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