Ahora sí que alucino a colores.
Nunca creí que una planta pudiera tener
“copyright”. Lo leo en la edición de ABC de Sevilla. Resulta que un
floricultor de Chipiona ha sido condenado por el Juzgado de lo Penal número
cuatro de Cádiz, y contra la que no cabe recurso, a seis meses de prisión,
multa e indemnización por daños y perjuicios, por reproducir un clavel de la
variedad protegida con el nombre de “Westroman”. Según la sentencia dictada por
el juez, se ha cometido un delito contra la propiedad intelectual, que se encuentra
tipificado en el artículo 274,3 del Código Penal. La denuncia había sido
presentada en su día por Gestión de Licencias Vegetales. Hace tiempo, me
pareció excesivo que a un pobre hombre le multasen por recoger del campo un
ramillete de flores de manzanilla, por
estar protegida. Algo parecido viene sucediendo en Aragón con las hojas de
acebo, esas de las postales navideñas, cuyas drupas rojas constituye la
principal comida del urogallo, ave que parece estar en extinción. De ahora en
adelante será necesario andar con pies de plomo cuando caminemos por el campo y
tener sumo cuidado con las florecillas del camino que podamos ir recogiendo. En
una curva, cuando menos lo pensemos, aparecerán los agentes del Seprona y tendremos el lío asegurado. El floricultor de
Chipiona hasta es posible que hubiese tenido menor condena de haber plagiado un
libro de Delibes o de Marías y lo hubiese vendido en la madrileña cuesta de
Moyano como si fuese propio. Cualquier día tendrá “copyright” hasta el perejil.
Por algo se empieza.
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