Leo que la Junta de Andalucía prohíbe a
los profesores de Religión estar en el recreo de los colegios públicos de
Primaria al tiempo que los alumnos. En este sentido, cuenta ABC de Sevilla que
“desde la Consejería
de Educación se ha comunicado a los directores
e inspectores de los centros escolares que los profesores de Religión no
pueden hacer los recreos. No es por un motivo económico –alegan-, sino por el
hecho de que ser profesor de Religión es
incompatible con poder vigilar a los niños”. Al actual consejero de
Educación, Cultura y Deporta, el socialista Luciano Alonso, que lleva en el
cargo desde septiembre, habría que preguntarle la razón para esa
discriminación. En los recreos no se trata de que los profesores adoctrinen a
los educandos sino de que los vigilen presencialmente en evitación de posibles
altercados propios de chavales. Luciano
Alonso, además de docente es, a mi entender, lo que en Cádiz se conoce como un
“sieso manío”. Sabido es que todo profesor de Religión tiene que superar el
DEI, impartido por el Obispado. Y sabido es, también, que los profesores de
Religión no tienen que someterse a un concurso-oposición como los maestros,
sino que son elegidos directamente por quien organiza el curso, o sea, por el
Obispado. No es necesario, por tanto, que tengan una licenciatura en Teología o
en Filosofía Pura ni una diplomatura en Magisterio. Son, por decirlo de manera
clara, unos catequistas disciplinados y obedientes que se amparan en el
Concordato con la Santa
Sede para impartir doctrina a todo alumno cuyos padres o
tutores así lo consideren, en los centros públicos y concertados. Pero ello no
quita que tales profesores no puedan permanecer en los recreos como apoyo al
resto de maestros. Toda ayuda prestada en tiempo de recreo debe ser bienvenida,
al margen de las ideologías y de las diplomaturas. Me gustaría que el consejero
Luciano Alonso, ese “sieso manío”, me explicase la razón por la que un profesor
de Religión no puede estar en el patio de recreo. No lo entiendo.
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