José Luis Rodríguez Zapatero ha
aparecido en la Sexta
junto a Ana Pastor. En este sentido, escribe Carlos Boyero en El País: “Hacía
mucho tiempo que Zapatero había desaparecido de la vida pública. Y sospecho que
nadie le echaba de menos después de su lamentable final de legislatura, después
de aquella excesiva barbarie, digna de un cínico, un estúpido, o un jefe de
Gobierno intolerablemente desinformado, en la que afirmó que no existía esa
cosa denominada crisis. Y por supuesto, esta había disfrutado de absoluta
impunidad para ser creada (el “tanto para ti y tanto para mí” debió de ser
durante demasiados años la desvergonzada y fraternal regla común entre
especuladores, banqueros y políticos) y ellos sabían quiénes eran los
desgraciados que iban a pagar su salvaje coste. O sea, los de siempre”. Ahora
Zapatero está escribiendo un libro. Supongo que paras Lara. Y en ese libro se
supone, también, que contará cosas. ¿Qué cosas? Aquel insensato presidente de
Gobierno es ahora consejero de Estado vitalicio y cobra por aconsejar. Apañados
estamos. Aunque ya me creo todo de esos osados que se ampararon en la
democracia para practicar las “fraternales y desvergonzadas reglas”, a las que
hace referencia Boyero, y que los españoles estamos pagando con el desempleo,
con el lanzamiento en viviendas y con el hambre de gran parte de la ciudadanía.
Ahora, el ególatra Felipe González crea una fundación con su nombre, se nombra
presidente y designa como secretaria a su hija María. Una fundación, digo, que
estará dedicada al estudio y
recopilación de archivos y documentos sobre su trayectoria como presidente del
Gobierno durante los años 1982-1986. Felipe González, cuando se mira al espejo
todas las mañanas, no ve su imagen, sino la de don Manuel Azaña Díaz aunque con
un pasar por la vida menos truculento que el que tuvo, por desgracia, el autor
de “El jardín de los frailes”. Aznar, escritor de su propia biografía,
Zapatero, incipiente narrador de cuentos fantásticos, y González, ya veremos…
Tal vez se decante como probador de escabeches. Mientras, el país se desangra.
Pero no pasa nada, eso forma parte de nuestra propia tragedia.
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