Las fiestas del Pilar se están
celebrando con toda normalidad en Zaragoza. Esta noche han dado una pedrada a
un escaparate que hay cerca de mi casa y los cacos se han llevado unos
ordenadores y, además, han hecho un estropicio de padre y muy señor mío. Como
digo, sin incidencias. Esta pasada noche, a mayor abundamiento, unos gamberros
han estampado contra el suelo unas litronas también cerca de mi domicilio,
frente a la agencia del Banco de Santander. Tranquilo, Botín, que el banco está
intacto. Considerando cómo funcionan los servicios de barrenderos de la Inmortal Cuidad, habrá cascotes
hasta el día de Navidad. Ya digo, las fiestas, para que sean verdaderas
fiestas, deben ser populares y al ciudadano hay que dejarle que haga su
albedrío. Si te empujan, te aguantas; si no te dejan dormir, ni se te ocurra
llamar a la Policía Local,
que en fiestas todas es perdonable; si las terrazas de los bares permanecen
abiertas hasta las tantas, parece lo correcto. No puedes quejarte, si no
quieres ser considerado como un ser rarillo que no se integra. Las fiestas del
Pilar son las Saturnales de los pobres. No es una novedad señalar que el 25 por
ciento de los jubilados aragoneses están cobrando la pensión mínima. O dicho de
otro modo, están llegando al umbral de la pobreza. Pero no pasa nada. Tal y
como están concebidas por Belloch y su combo de munícipes las fiestas
pilaristas, hay pan y circo de sobras
para los ciudadanos corrientes que se conforman con callejear, a quiénes ya les
clarean las tripas, de limitadas apetencias, amantes incondicionales de
Frascuelo y de María, proclives al oropel y encenegados en el error de
considerar las patadas en el culo que procuran los políticos a los ciudadanos
como parte importante del derecho consuetudinario. Ya tenemos nuevo mástil y
nueva bandera en la Plaza
de España. Cuentan los foráneos, esos tipos de los pueblos llegados para la
“Ofrenda de Flores”, que la bandera es tan grande que al ondear despeina a todo
el que pasa por sus alrededores. Y como
la cosa no es para menos, ya disponemos, también, de nuevo refresco aragonés. Para demostrar que
en Aragón se dedican recursos al I+D+i acaba
de nacer la “Frixen Cola”, sobre un proyecto en el que colaboran la
organización de Comercio Justo Ideas y la Cooperativa de Economía
Solidaria El Esqueje. Sus ingredientes se desconocen por el momento, aunque se
sabe que lleva agua de Jaraba y estevia. La estevia (en este caso la estevia
rebaudiana) es una planta sudamericana parecida al girasol, estudiada en el
siglo XVI por el botánico Pedro Jaime Esteve en Paraguay, con capacidad
edulcorante 30 veces mayor que la de la sacarosa. Como en Aragón ya no quedan
azucareras, y en el resto de España las pocas que van quedando están en poder
de los ingleses, es mejor usar la estevia para endulzar nuestras vidas y para
que las fiestas no decaigan.
--Camarero, dos frixen-cola, por
favor.
--Marchando dos de “culibrí”.
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