Antonio Burgos tiene mucha gracia
cuando hace referencia al Tío de la Mariscada.
Y cuando señala que UGT es mucho más aficionada a las
mariscadas que Comisiones Obreras. La culpa, que siempre hay que echársela a
alguien por su mal ejemplo, la tuvo Borbolla a bordo del bateau-mouche sobre el
Sena en la década de los 80. Pero José Ginel, secretario de Comunicación de UGT
Andalucía, negó la existencia de irregularidades. Según éste, se trató de “una
comida acciones difusión VII acuerdo”, como así constaba el concepto que
puso en la factura el sevillano restaurante
Puerto Delicia el 21 de diciembre de 2009, por la comida navideña de UGT:
“Treinta raciones de langostinos,
1.080 euros; seis pargos al horno,
126 euros; seis cilindros de
foie, 90 euros; seis botellas de riojas de reserva Marqués de Arienzo, 114 euros, entre otras muchas viandas
que llevaría tiempo detallar. Total 2.047’90 euros y que se endosó a la Junta de Andalucía presidida
por Griñán, justificando tan abultada cifra como “procesos de negociación
colectiva en el VII Acuerdo de Concertación Social. Total, nada. A 100 euros
por cubierto a cuenta del trinque de la subvención. Todo eso viene a cuento con
un artículo que acabo de leer en “El Correo de Andalucía”. En su “Gazapera”,
Manuel Bohórquez, crítico de flamenco de ese diario, contaba el pasado 10 de
octubre en su artículo “Objetos nadadores no identificados” lo siguiente: “La
primera vez que vi un langostino no me atreví a comérmelo. A Palomares del Río
iba todos los años un hombre que montaba una atracción de feria en la Plazoleta, y me hice
amigo suyo. Le ayudaba un poco y me daba algunas pesetas. Un día me dijo con
mucho misterio que tenía un regalo para mí y era una cajita de madera con una
docena de langostinos grandes metidos en nieve. Jamás había visto uno de cerca.
Ni sabía lo que era. (…) Llevé a mi casa los langostinos y mi abuelo los puso
en un lebrillo con un poco de agua a ver si se movían. No se movían porque
estaban cocidos, claro, pero eso lo supimos años después. (…) “Los vamos a
dejar ahí hasta mañana y si nadan entonces nos lo comemos, que no me fío ni un
pelo de estos bichos tan raros”, dijo Popá Manué. (…) Por la mañana no había ni un langostino en el
lebrillo y una gata que teníamos, Ramona, estaba durmiendo al sol con una
barriga impresionante”. Una barriga, supongo, parecida a la del Tío de la Mariscada.
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