Me informo de que durante los
próximos meses de noviembre y diciembre, la UNED de Calatayud tiene previsto organizar una
serie de conferencias divulgativas sobre el ferrocarril, con motivo del
sesquicentenario de la llegada del primer tren de la compañía MZA, que
explotaba el trayecto Madrid- Zaragoza y viceversa, a la
Ciudad del Jalón. En este sentido, a mayor gloria de
aquel gran avance histórico, recomiendo la lectura de la Memoria sobre el estado de
las Obras Públicas en España en 1856”,
cuya edición facsímil publicó en septiembre de 2001 el Ministerio de Fomento,
siendo su titular Francisco Álvarez-Cascos. De aquella magnífica obra impresa
se hizo una tirada de 125.000 ejemplares. Resulta complicado poder entender la España de hoy, con unos
trenes de alta velocidad que son el orgullo del Mundo y el esfuerzo hecho en
electrificaciones en la Red
y en la transformación del material de circulación, sin antes haber hecho un
análisis a la época anterior a 1749 y los períodos intermedios hasta llegar a
1856, cuando aparece la
Memoria redactada por el director general de Obras Públicas,
Cipriano Segundo Montesinos, que es la primera editada después de la creación
del Departamento en 1851, cuando por un Real Decreto de 20 de octubre de ese
año, firmado por Isabel II y siendo presidente del Consejo de Ministros Juan
Bravo Murillo, el Ministerio de Comercio, Instrucción y Obras Públicas pasó a
denominarse Ministerio de Fomento. Ya en 1854 el Ministerio de la Gobernación estableció
una línea con dos alambre de telégrafos desde Madrid a Guadalajara, Calatayud,
Zaragoza, Tudela, Pamplona, Alsasua, Tolosa, San Sebastián, Irán, con un ramal
desde Alsasua a Vitoria y Bilbao. Aquellos años hubo una pertinaz sequía en
buena parte de España y un anciano me contó siendo niño lo que a éste le había
trasmitido su abuelo. Y era el convencimiento general de que la falta de lluvia
fuese consecuencia directa de la instalación de
los postes telegráficos. También recuerdo haber visto una viñeta en el
semanario “Blanco y Negro” de principios del sigloXX en la que aparecen dos
baturros orinando sobre un poste. Y uno de ellos le dice al otro: “Pensar que
lo que aquí estamos haciendo lo saben en Zaragoza…”. Es una pena que no pueda
extenderme, como quisiera, sobre la llegada del primer tren a Calatayud con
destino a Madrid, aquella primaveral tarde del 12 de abril de 1863. Al
detenerse el convoy en el andén, pusieron pie en tierra unos extraños
personajes de brillantes chisteras, damas con miriñaque, hombres con mono,
gafas de motorista y acharoladas viseras. Se trataba del exministro Luján, de
los ingenieros Lemasón y Difevre, del maquinista señor Español, de directivos
del MZA y del fotógrafo J.Laurent. Pero eso, si acaso, lo contaré otro día que
me encuentre más inspirado.
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