No entro a valorar el hecho de que alguien (se trate de una
asociación o de un particular) solicite una misa por el alma de un difunto. Y tampoco
acierto a comprender la razón por la que el grupo socialista en las Cortes Valencianas
se haya dirigido a Antonio Cañizares
para pedirle que no se le haga una misa por el alma de Francisco Franco precisamente hoy, 18 de julio; y menos aún en la Catedral de Valencia. El
cardenal ha contestado a ese grupo socialista que “el Derecho Canónico no
contempla la figura del veto”. En cualquier cabeza cabe que una misa por el
alma de Franco oficiada por el arzobispo en la Catedral, y coincidiendo
con el octogésimo aniversario del día en el que ese militar con la ayuda de otros dio un golpe de Estado que terminó en una terrible guerra
civil, más que un rezo de rutina es el homenaje a un sátrapa. En el resto de la Unión Europea no sucedería. ¿Alguien hace homenajes a Hitler? Cosa distinta sería que tal
celebración litúrgica coincidiese con el aniversario de su muerte, es decir, un
20 de noviembre. Pero ese mismo acto litúrgico celebrado el 18 de julio es una
auténtica provocación, al margen de los cánones del Derecho Canónico, del
derecho consuetudinario y del sentido común. El pastor de esa Catedral, Antonio Cañizares, además
de cardenal y arzobispo de Valencia y académico de la Real Academia de la Historia, está muy obsesionado con el aborto,
la homosexualidad y la unidad de España. Ya el pasado mes de mayo hizo unas
polémicas declaraciones contra el “imperio gay” y ciertas “ideologías
feministas” y se atrevió a hacer una llamada a la desobediencia a las leyes
basadas en la igualdad de género. Y existe una carta suya dirigida al
presidente de la
Generalidad, Ximo Puig
y a la vicepresidenta, Mónica Oltra, en la que les dice: “Me
recuerdan ustedes a tiempos de Franco”. Y el año pasado, al referirse a la
posible llegada de refugiados a España no tuvo empacho en afirmar que se trataba de una especie de “caballo de
Troya” y se preguntó si era todo “trigo limpio” ya que “muy pocos” son los que
llegan siendo perseguidos. Hombre, este cardenal, más que miembro de la Real Academia de la Historia parece un gañán de siete suelas. Una
cosa es que lleguen muy pocos perseguidos a España, por la nefasta política de Mariano Rajoy, y otra muy distinta que
esos millones de refugiados que se juegan a diario su vida en pateras no
existan. Ese pastor de catedral debería
estar informado. No es muy difícil. Sólo hay que ponerse en contacto con www.eacnur.org o llamar al teléfono 91
369 06 70. Ese pastor de catedral, digo, debería dejarse de practicar tanta “vigilia
de oración por la unidad de España” y ser más sensible con los que sufren y
huyen de las guerras. La unidad territorial de España, cardenal, fue un
“invento” de los Reyes Católicos.
Hasta 1499 existían en este país dos reinos predominantes: uno, Castilla y León
con todas las regiones integradas por estos dos reinos; y otro, Aragón, que
agrupaba Cataluña, Baleares y Valencia. En 1512 Castilla y Aragón anexionaron
Navarra, y en 1517 la anexión total llegó de la mano de Juana I bajo un elemento común: la religión. Aquel año se decreta la
expulsión de los judíos y moriscos y se instala en Castilla la Inquisición como arma
política al servicio de los reyes. Sí, he dicho bien, de los reyes. Estoy convencido de que el pastor de
catedral, Cañizares, conoce esos intríngulis. Y servidor de ustedes, sin ser académico de la Historia,
algo ha leído. Este pastor de catedral puede decir las misas que quiera a
Franco, llenar de humo de turíbulo la Catedral de Valencia, asperjar con el hisipo y
esparcir agua bendita cuantas veces le venga en gana, usar la copa de las
abluciones y secarse con el manutergio si cree haber dado la mano a un infiel o a una prostituta,
etcétera. Pero por encima de las vigilias de oración por la unidad de España está el respeto al
prójimo. La unidad de España es discutible; el respeto al ser humano no admite discusión.
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