Parece evidente que cuando alguien desea hacer un elogio
funeral sobre un amigo o un personaje por el que se tenía gran estima, se
ensalce su figura y los recuerdos que de éste se conservan de forma brillante.
En el caso de Fermín Bohórquez Escribano,
fallecido recientemente, parece elegante que se le recuerde con respeto e
incluso cariño por aquellos que le trataron en vida, “una vida entre el caballo
y el toro”, como escribe hoy en ABC de
Sevilla Antonio Burgos. Pero, a veces,
los elogios funerales practicados por determinadas personas que se tuvieron por
amigos, como parece ser el caso de Burgos, resultan tener el efecto contrario
del que se pretendía. Por ejemplo: “Un día de San Juan, cuando el Rey celebraba
su santo con una recepción en el Campo del Moro, cruzóse [Bohórquez] al entrar
en Palacio con Santiago Carrillo y
su mujer. Y le soltó: -- Don Santiago, ¡que bien cuida usted a La
Pasionaria, lo joven que me la tiene!—“. En otro momento de ese artículo, Burgos se va
por la vía de la anécdota estrafalaria: “Recién inaugurado el Circuito de Velocidad de Jerez le
presenté al alcalde Pedro Pacheco, a
quien no conocía. Cuando iba a presentarlos le soltó en la cara a Pacheco: --
Yo a ti no te quiero conocer, porque tú eres marxista--. Y el ceceante Pacheco,
más listo que el hambre, le contestó al seseante Fermín, los dos Jereles frente
a frente: -- Te han informado mal, Fermín, no soy marxista, yo soy como tú:
¡machista!--. Fermín le pegó un abrazo: -- ¡Óle, ven pacá, que tú eres de los
míos! – “. Y para redondear ese luctuoso pastel de acelgas, Burgos pone la
guinda con esa “gracia” revenida de los que no tienen gracia, sino ramalazos
seniles: “Otra mañana, en aquellos albores de la democracia, se presentó en
Fuente Rey la delegación del ayuntamiento de izquierdas de un pueblo que quería
comprarle una novillada para las fiestas. Vieron los toros, le dijeron el
dinero presupuestado y les contestó: -- Pues por ese dinero no puedo venderles
la novillada. Pero si delante del Testamento de Franco que tengo enmarcado en mi despacho me cantan el ‘Cara al sol’ brazo en alto, yo les
regalo a ustedes los toros --. -- ¿Y lo
cantaron, Fermín? --. -- ¿Cómo que si lo cantaron? Me costó los seis novillos,
pero lo cantaron enterito ¡y brazo en alto! –“. A mi entender, Burgos hubiese
quedado mejor no escribiendo tal elogio funeral. Cuanto más escribe elegiándole, más la
caga.
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