Carmen Rigalt
cuenta que la corbata ha muerto. Hombre, eso ya lo sabíamos. Pasó como con el
sombrero. Recuerden aquel eslogan de un comerciante de la madrileña Sombrerería Brave, en la madrileña calle
de la Montera,
que decía “Los rojos no usaban sombrero”,
lo que equivalía a decir en aquellos
grises tiempos del franquismo que el sombrero era cosa de gente decente, de
hombres de bien, de personas de derechas. Supongo que serían esos “hombres de bien” los que colocaban a la
puerta de sus casas un Corazón de Jesús
en hojalata y en el balcón de la sala ataban la palma del último Domingo de
Ramos. Si camina uno por la calle, también puede observar que muy pocos
ciudadanos usan americana y casi nadie lleva raya en el pantalón de pinzas ni
zapatos con suela de cuero. Por otro lado, casi nadie te trata de usted, aunque
no te conozca. Una cosa, a mi entender, son las modas; y otra, muy distinta,
las malas composturas. Se ha impuesto beber cervezas a morro, gritar en los
bares como si estuviésemos sordos, ordenar al camarero de terraza que nos sirva
un gin-tonic con un montón de
tonterías añadidas, y ya podemos observar estupefactos cómo en algunos lugares,
por ejemplo en Sitges, acaban de retirar los honores a Felipe VI y a toda la Casa Real
española. Ahora recuerdo que existe una novela de de Luis Gadea López, “Algunos
rojos llevaban sombrero”, que trata sobre la odisea de un perito mecánico
montador de cazas rusos Polikarpov en varios aeródromos republicanos durante
la Guerra Civil.
En fin, hoy es miércoles, los calendarios católicos celebran la festividad de san Desiderato de Besançon, que no hay
que confundir con san Desiderato de
Bouges, y san Cucufato (san
Cugat, para los catalanes), al que se encomendaba Javier Krahe y le ataba no sé qué en no sé dónde, que ha sido
purgado del Martirologio y ya no
figura en la nueva edición porque su culto se reduce a Barcelona y sus
alrededores, especialmente la localidad de Sant Cugat del Vallès, donde dice la
leyenda que fue decapitado por el cónsul Galerio
durante el mandato del emperador Diocleciano.
También se ha muerto Francisco Cano
Lorenza, alias Canito, a los 103
años, decano de los fotógrafos taurinos. Había debutado con picadores en la Plaza de Toros de
Puertollano en 1941 y recogió con su cámara Leica
la cogida de Manolete en Linares por
el toro Islero en 1947. Todo tiende
a la estratificación.
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